Heraldo-Diario de Soria

CORONAVIRUS

«En China nos preparamos para otra cuarentena por culpa de ómicron. Llevo ya casi cien PCR»

Cristina García, profesora soriana en Xiang, todavía puede salir de casa y tiene suministros pero teme otro cierre

Colas de madrugada para realizarse un test covid en calles de Xiang. C.G.

Colas de madrugada para realizarse un test covid en calles de Xiang. C.G.

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MILAGROS HERVADA
Soria

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La llegada de ómicron a China está rompiendo los esquemas del Gobierno y su plan de covid cero que pasa por cerrar ciudades y confinar a sus vecinos. «Nos preparamos para otra cuarentena», asegura Cristina García desde Xiang, donde reside ahora la profesora soriana, que lleva tres años en el país asiático, la mayoría del tiempo sufriendo las consecuencias del covid. Y desde diciembre de nuevo con mayor intensidad. 

«Llevo ya casi cien PCR, afortunadamente aquí son de saliva, que no paras de chupar palitos. Al principio me daban arcadas, ahora cosquillas. Los de nariz no se hacen, con tantas nos dejarían tontos», bromea por quitar hierro al asunto desde una ciudad donde el ocio está cerrado, en los supermercados ya empieza a haber problemas y las escuelas privadas, como en la que trabaja Cristina, han cerrado. Afortunadamente, la ciudad está abierta y siguen llegando suministros. «Hace un mes me compré un jamón, también chorizo y salchichón. Verduras no puedes pero sí enlatados. Si imponen la cuarentena, que tenga suministro. Ya no me pillan porque lo vemos venir y no queremos que pase lo de la otra vez», recuerda sobre el cierre de diciembre, tan sorpresivo que a muchos les cogió sin abastecimiento. 

«De momento puedo salir de casa, pero no te puedes ir muy lejos y hay que tener el móvil siempre cerca porque como decreten el cierre, te quedas en la calle, no te dejan entrar en tu comunidad», afirma esta soriana que baja cada dos días a la calle, como el resto de sus vecinos, para esperar en las largas colas a que les hagan los test masivos. 

«Nos los hacen cada 48 horas, y en las comunidades cerradas por covid, cada día. Como no pueden hacer tantísimos, lo hacen por grupos de diez o 20 en el mismo bote, y rezas para que no te toque ninguno positivo porque pagas los platos por tu vecino», comenta sobre el modo de detectar contagios, difícil con una variante que deja mucho asintomático. «Nos llaman a las puertas de madrugada para que bajemos porque les da igual tu ritmo de vida, hay vecinos que se han quejado», añade esta soriana, la única occidental en su comunidad, donde reside cerca de 8.000 personas, «15 bloques por 33 plantas y ocho pisos, a unas dos personas por casa».

Viven pendientes del móvil y del chat de vecinos de su comunidad donde les informan si surge alguna incidencia y les dicen cuándo les toca el test. Una prueba que necesitan incluso para entrar al metro. «Antes era el código de vacunación, ahora tienes que presentar un negativo en el test», confirma para explicar el grado de control al que están sometidos y que lleva, añade, a que «la gente ya esté cansada». 

«La ciudad está parada y aquí te cierran a la mínima», explica, fruto de la política de covid cero del Gobierno. «No nos sentimos libres, es como una prisión en la que no sabes cuándo entrar». Además, llueve sobre mojado porque hace dos semanas la ciudad de Xiang estuvo cerrada por el aumento de casos. «Acabamos de salir una cuarentena de tres semanas, del 16 de febrero al 11 de marzo», lamenta. 

Asegura Cristina que a pesar de la guerra, que condiciona los vuelos internacionales, lo que más afecta la vida diaria de los chinos es el covid. «La guerra no afecta porque la política es de censura y no atañe a la vida del día a día», apunta. No obstante, los occidentales sufren la restricción en los visados y cada vez se sienten menos queridos. 

 

 

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