Sanidad
Rehabilitación cardiaca reduce en su primer año en Soria el riesgo de mortalidad de 52 pacientes
La experiencia está demostrando que el programa hospitalario de ejercicio y concienciación rebaja hasta en un 25% la posibilidad de sufrir un infarto. «Se les entrena y se les adiestra porque llegan con miedo», indican los profesionales
Después de sufrir un infarto, y poder contarlo, uno de los principales sentimientos es el miedo, sobre todo a realizar cualquier esfuerzo, un ejercicio que es vital para recomponerse y mantener una fortaleza física que impida volver a pasar por un episodio similar. La unidad de rehabilitación cardiaca del Hospital Universitario Santa Bárbara, que ahora celebra –nunca mejor dicho– un año de existencia, ha podido eliminar ese miedo en sus pacientes, que salen de allí incluso con ganas de apuntarse al gimnasio.
En su primer año, la unidad ha atendido a 52 pacientes, les han «entrenado y adiestrado», y los resultados obtenidos han superado las expectativas, como coinciden en señalar el cardiólogo Patricio Arribas y la medico rehabilitadora Natividad Martínez, «contentos» con lo logrado.
Los ejercicios monitorizados y progresivos, combinados con la información de las pautas correctas a seguir, ya han dejado evidencia en este primer año de rehabilitación cardiaca de que algunos de los usuarios reducen hasta un 25% el riesgo de mortalidad tras su paso por la unidad. «Pacientes que antes de empezar el programa habían ido a urgencias varias veces, desde que empezaron aquí no han vuelto», cuenta Arribas, constatando que la rehabilitación cardiaca reduce el riesgo de reincidencia o fallecimiento, aunque con sólo un año, todavía es pronto para obtener conclusiones concluyentes.
Son dos meses de ejercicio, 24 sesiones en total, que están contribuyendo, corroboran profesionales y pacientes, a la mejora de su calidad de vida y que se reduzca el riesgo de nuevos infartos.
«Comenzamos con los de menos riesgo en los primeros meses, pero actualmente los que están son de riesgo medio y alto, con mucho deterioro funcional, los que pueden volver a sufrir un infarto y complicaciones graves tipo arritmias, con amenaza de la vida, insuficiencia cardiaca, algo de pulmón...», explica el cardiólogo, quien comparte equipo con la médico rehabilitadora, una psicóloga, dos enfermeras y dos fisioterapeutas.
La media de infartos en la provincia es de tres a la semana, por muchos factores, genéticos, colesterol, azúcar, la edad... Pero no todos son susceptibles de entrar en la unidad de rehabilitación. «Damos prioridad a los que más se benefician», indica Arribas, ya que los recursos son limitados. Son los pacientes de cardiopatía isquémica, insuficiencia cardiaca y operados de válvula cardiaca. La selección para entrar en la unidad se hace atendiendo a la edad, los más jóvenes, y su situación laboral, si están activos, principalmente. De hecho, hay lista de espera, pero los propios profesionales las regulan para no crear ansiedad en los que aguardan.
La media de edad de esos 52 pacientes es de 54 años. El más joven tiene 41 años y el mayor 68. De menos de 50 años son 15;hasta los 60 otros 20 y mayores de 60 años son 17 los que han pasado por la unidad. Curiosamente, sólo han sido siete mujeres, sobre todo porque ellas sufren infartos a edades más tardías y porque no siempre encuentran tiempo para su propia rehabilitación.
Realizar ejercicio, fundamental para corregir sus factores de riesgo y prevenir, aumenta el riesgo, por eso en rehabilitación cardiaca se hace de forma controlada y con el paciente monitorizado. «Entrenamos a su cuerpo dentro de los límites y el paciente está seguro y lo hace sin miedo», indica Martínez. Se trata de aplicar un ejercicio que sea lo suficientemente estresante para que el organismo se adapte, «seguro, progresivo y continuo».
El primer paso tras el infarto, después de mínimo un mes de margen, es la valoración psicológica y comprobar que el enfermo va a poder con la rehabilitación, tanto físicamente como en la constancia. Han de comprometerse para participar en el programa. En el primer año sólo siete han dicho que no, por diferentes circunstancias.
Esos dos meses presenciales son el primer paso, el objetivo es que continúen por su cuenta con la dinámica. «Les damos la pauta para que se adhieran toda la vida. Se les dice qué hacer y qué no, la frecuencia del ejercicio, la intensidad, el tipo, la duración...», añade la médico rehabilitadora. También se les «enseña» sobre los factores de riesgo, la medicación, los hábitos y la importancia del ejercicio y cómo influye a la hora de corregir sus factores de riesgo. «Salen de aquí sabiendo que los responsables son ellos», matiza Arribas.
Y los resultados están siendo también muy positivos en ese sentido. «La mayoría no había hecho ejercicio nunca y después de pasar por aquí se apuntan al gimnasio», afirma el cardiólogo, quien asegura que el balance que hacen profesionales y pacientes es «muy satisfactorio». «Te sientes realizado profesionalmente», confiesa.
Los pacientes notan la mejoría y reconocen que pierden el miedo. «Yo estuve cinco meses sin salir de casa». Ahora, con las pesas en la mano, hablan de «ilusión». «Cuando te paso algo así te quedas como si tuvieras 90 años, es como volver a empezar», apunta uno de los usuarios durante la sesión.
«Donde más mejoría se advierte es en el plano psicológico, por la tranquilidad, conocen la enfermedad, y desde el punto de vista físico la evolución es brutal. En capacidad funcional ganan un 20% ó 25% de resistencia al esfuerzo extremo», coinciden los profesionales.
Una vez que salen de la fase presencial, «convencidos» y dispuestos a continuar, el seguimiento lo hace cardiología y Atención Primaria. De hecho, el futuro previsto es un programa híbrido donde Atención Primaria atenderá a los de riesgo bajo y el hospital podrá centrarse en los pacientes de más riesgo, ampliando así el radio de acción.
Hasta la apertura de la unidad de la rehabilitación cardiaca en Soria, los pacientes tenían que desplazarse a Burgos, con todo lo que conlleva. Desde Burgos, centro de referencia, elogian el trabajo hecho en el Santa Bárbara y Arribas insiste en que «va a seguir, cueste lo que cueste, viendo el beneficio y la satisfacción de pacientes y profesionales».