Entrevista: Pilar de la Viña, presidenta de la Asociación de Mujeres Antígona de Soria
«Crecen las agresiones en la calle, de machitos para mostrar superioridad»
Las mujeres víctimas de violencia reclaman ayuda a la asociación cuando la situación ya es «muy difícil» aunque entre las jóvenes cada vez está más normalizada la denuncia
Se cumple un lustro desde que un 13 de diciembre de 2019 Pilar de la Viña se pusiera al frente de la Asociación de Mujeres Antígona, dedicada a combatir la violencia de género pero sobre todo a ayudar a sus víctimas. Actualmente son unas 15 personas las que trabajan «activamente» contra una lacra que «no se va a acabar», reconoce la presidenta, quien destaca que «de lo que se trata es de hacerlo pequeño y que tenga la mínima incidencia». Mientras tanto, Antígona pulsa la situación en Soria y en estos momentos detecta un aumento de la violencia sexual entre los jóvenes.
Pregunta. El 25 de noviembre se conmemora el Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer y se pone el foco en el problema, pero el día pasa, ¿y ahora qué?
Respuesta. Hay que seguir. El 25 de noviembre es un hito y lo conmemoramos, lo luchamos, pero antes y después continuamos viendo cómo hay mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas y es necesario seguir combatiéndolo. De lo que se trata es de que podamos tomar conciencia de lo que está ocurriendo, que las están matando, y ante eso no se puede poner ninguna excusa. Contra la violencia de género extrema que es el asesinato hay que luchar desde el principio, no tolerando ninguna machada, ninguna violencia, por muy pequeña que sea. Si no toleramos desde el principio y somos todos los ciudadanos los que lo hacemos, no se llega al asesinato, o al menos no tan fácilmente. Porque los asesinos son gente a la que de alguna forma hemos visto lo que estaban haciendo, y se les ha indultado. Si no se les indulta desde el principio, desde que dan un puñetazo, desde que rompen una mesa, desde que se ponen bordes y le dicen a la mujer, así no sales a la calle, etc... Si no toleramos esas conductas machistas mínimas estaremos haciendo algo muy importante en contra de la violencia de género.
P. ¿Cómo es esa violencia de género en Soria?
R. Soria es una ciudad pacífica, la Policía funciona bien, la delincuencia es escasa y la población está envejecida, por lo que ese momento más pasional de las relaciones humanas no está en puntos álgidos. Yo creo que debido a eso, los datos de la provincia de Soria no son tan malos como en otros puntos, aunque también hemos sufrido asesinatos muy fuertes, de mujeres jóvenes o de mediana edad. Y los micromachismos los detectamos igual que en cualquier otro lugar. Últimamente estamos viendo como una manera de justificar la violencia con el discurso de que las mujeres van contra los hombres, sobre todo en chavales jóvenes. Hay un cambio de registro, de tolerar las microagresiones y micromachismos, de querer normalizarlo por parte de ellos. Primero se empezó a hablar de violencia de género como algo desconocido, después se concibió como algo existente y contra lo que se luchaba, y ahora el cambio viene por un consentimiento, como si no fuera para tanto, que es lo que me parece más peligroso. Y ya es no sólo violencia de género en sentido estricto, sino mucho más violencia sexual, en las calles, en la Zona, en el ocio...
P. ¿Cómo lo detectan?
R. Este año nos están llegando más peticiones de mujeres con este tipo de problemas, las últimas que han venido a Antígona son por cuestiones parecidas. Y eso que a nosotras nos llega la punta del iceberg y por eso podemos pensar que hay mucho más. Se trata sobre todo de pequeñas agresiones en la calle, de actitudes de machitos, utilizando la fuerza, con intención de hacer daño y para querer mostrar superioridad. Hay un caldo de cultivo más favorable a estas actitudes, ellos se sienten con el derecho a hacerlo. Y eso hace un año no pasaba, ahora sí. Porque se sienten como disminuidos, piensan que sólo se hace caso a las chicas y a ellos no, que no se tiene en cuenta su opinión. Consideran que el feminismo está creciendo demasiado.
P. ¿En lo que va de año cuántas mujeres han llamado a la puerta de Antígona con situaciones de ese tipo?
R. En torno a una decena. Eso es mucho.
P. ¿A qué atribuyen este cambio de tendencia?
R. Creo que son oleadas. Lo que decía antes, primero fue el horror del asesinato de las mujeres, luego ya no fue sólo eso sino las pequeñas agresiones, porque tampoco vale un empujón en casa o un forzamiento de la relación sexual en casa... Todo eso ha hecho que las mujeres nos sintamos más empoderadas y los machitos, no digo los hombres, porque en Antígona trabajan muchos hombres, los machitos se sienten infravalorados y como que se les estuviera haciendo de menos. Eso les hace reaccionar agresivamente con actitudes en contra de las mujeres, diciendo, se van a enterar, ¿por qué no voy a poder tocar el culo a una chica cuando quiera?, o hacer lo que yo quiera... Al final lo que sucede es que no avanzamos mucho. Parece que lo hacemos en un movimiento de ola y luego retrocedemos y vamos subiendo y bajando. Pero en esa oscilación algo se va consiguiendo.
P. Ponemos el foco en las mujeres como víctimas, recordamos sus nombres, no son un mero número, pero ¿no debería visibilizarse también al agresor, como responsable?
R. Vendría bien, pero los agresores se esconden. Una vez empezamos a poner los nombres de los agresores en la plaza, pero es difícil encontrarlos. Además, a la que nos debemos es a la víctima.
P. ¿Qué necesitan las mujeres cuando acuden a Antígona?
R. En primer lugar que se las escuche y se las crea. Quizá necesitan algún recurso social, que ahora se implementan en seguida, y los económicos también si tienen derecho a ellos, porque hay personas que tienen una buena situación económica y son agredidas.
P. ¿Cuando llegan ya existe denuncia?
R. A veces sí y a veces no. En ocasiones hemos trabajado con algunas para que denunciaran porque les cuesta mucho. Está difícil denunciar, porque si no te creen te quedas al aire. En los juzgados sí se las cree, se ha evolucionado mucho, se ha formado a los jueces y los fiscales. Pero donde no se las cree es en la sociedad misma. De todos modos, va habiendo un cambio porque hace años era un horror denunciar, no denunciaba nadie, lo hacían ya con una situación fatal, ahora no, ahora se denuncia estando un poco mal.
P. ¿En qué momento recurren a Antígona?
R. Lo habitual es que lleguen ya en una situación difícil, cuando ya no les queda más remedio, después de aguantar y aguantar. Aunque las chicas jóvenes sí que están denunciando. Las mujeres mayores han aguantado mucho, están en una situación de vulnerabilidad en la que un paso en falso hace que les den un empujón y las tiren al suelo. Ahora no tenemos muchas mujeres mayores, pero hemos tenido, va por rachas.
P. ¿Cómo son los recursos y ayudas que apoyan a las mujeres víctimas de la violencia de género?
R. Si se necesitan se implementan por parte de las trabajadoras sociales del Ayuntamiento y la Diputación. Varían según cada caso. Está la casa de acogida, el centro de emergencia... La mujer que denuncia puede tener un respaldo, en ese sentido se ha evolucionado mucho. Y si no, que venga a vernos, o acuda a su trabajadora social, al centro de salud. Allí todos los profesionales saben y le pueden ayudar. Que hable con la enfermera, con la médica o la trabajadora social. Puede empezar por uno de los recursos y luego le derivan a otros. Para mí, el centro de salud es clave. Primero, porque es un lugar al que accedes sin que le extrañe a nadie, después, porque cualquiera de los profesionales con los que hables te va a entender y va a saber derivar tu caso. No sólo para hacer un parte de lesiones, sino para contarle lo que te pasa. Es como cualquier otra patología, que vas al centro de salud no ya con neumonía, sino con un catarro, para que se detecte lo antes posible. No hace falta que denuncien, existen protocolos, aunque conviene que sea ella la que denuncie, cuando esté en condiciones. Las denuncias hechas por otros tienen unos resultados bastante nefastos.
P. ¿Estas situaciones de violencia se pueden reconducir?
R. Es muy difícil, porque el caldo de cultivo de la agresión sigue estando ahí. Los dos en la misma casa es una bomba de relojería.
P. ¿Hay más maltrato físico o psicológico en Soria?
R. El psicológico está mucho más extendido. Y es más difícil de detectar por la víctima, principalmente en las mujeres mayores, porque forma parte de su costumbre de matrimonio, no lo ven como agresión, creen que el hombre es así y por eso le habla de esa manera. Entre las más jóvenes ya no se tolera.
P. ¿Entre las jóvenes hay otros signos, como la vigilancia del teléfono móvil?
R. Se dejan. Es el movimiento de ola del que hablaba. Piensan, yo soy muy mujer y me dejo, porque es mi novio y me siento protegida.
P. ¿Detectan que partidos políticos que critican el feminismo están dejando su impronta?
R. Están haciendo mucho daño, porque es la forma de normalizar una situación, de justificarla y darle un enfoque político. Su discurso es que todo es culpa de la izquierda y de las feministas, y no es así. La extrema derecha y la derecha menos extrema se suman a ese carro.
P. ¿Qué haría Antígona para acabar con la lacra de la violencia de género?
R. Acabar no se va a acabar, lo que nosotras hacemos es estar ahí ofreciendo nuestra ayuda a las mujeres que vienen a consultarnos, y propiciar, mediante charlas y visibilizando el problema, que estas conductas no pueden normalizarse. Más no podemos hacer. Desgraciadamente la violencia de género forma parte de nuestra vida y seguirá como el resto de las violencias. No se puede acabar con los robos y los crímenes. Toda la criminalidad persiste, forma parte de la naturaleza humana. De lo que se trata es de hacerlo pequeño y que tenga la mínima incidencia.
P. ¿Pero no vamos por buen camino por lo que señala de las generaciones más jóvenes?
R. Va por oleadas, estamos abajo y con Trump y la derecha poniéndose al frente de Europa... En España todavía nos vamos librando. Pero el otro día en el Senado estuvieron hablando de estas cuestiones, y del aborto.
P. ¿Falta educación en valores?
R. Algo está fallando en la educación, pero no sé si es que no se está dando o si es que no se está escuchando por parte de los jóvenes. La educación ahora llega de las redes sociales y están en otro orden de cosas, por eso lo que les está llegando no es nada bueno. La pornografía que les llega es terrible y cada vez ocupa más espacios. Un chaval abre el móvil y le aparece. Eso alimenta la violencia sexual y la cosificación de las mujeres. Todavía queda mucho por hacer y combatir.