Heraldo-Diario de Soria

Patrimonio

Las Magdalenas en Osma se escriben en mayúscula

La devoción a Santa María Magdalena se remonta al siglo XII y fruto de ella es la ermita que se encuentra en el paraje de El Lomero

Ermita de las Magdalenas después de su reedificación.

Ermita de las Magdalenas después de su reedificación.JUAN CARLOS CERVERO VADILLO

Publicado por
José Vicente de Frías Balsa
Soria

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El próximo sábado 22 de julio se celebra la fiesta de María Magdalena, santa bajo cuya advocación existe una ermita en el término de El Lomero, en la ciudad de Osma. Los orígenes de la ermita de Las Magdalenas, cueva del Padre Ibarra, ermita del Santo Sepulcro o ermita del Humilladero, que de estas formas se la conoce, nos son desconocidos. No obstante la devoción a la Santa viene de muy atrás. Nada más y nada menos que del siglo XII cuando se la invocaba en la letanía de la toma de hábito de los canónigos de la Catedral de Santa María de Osma: «Sancta Maria Magdalena. Ora pro nobis».

Arquitectónicamente la ermita es y era antes de su restauración de planta rectangular, con paramentos de mampostería y ladrillo macizo en las esquinas y vanos de la puerta; con tejado vertiente a dos aguas. Su interior consta de dos secciones: la cueva propiamente dicha –excavada en la roca- y un añadido de fábrica pavimentado otrora con ladrillo rojo cocido y ahora con un empedrado en el que se siluetea una cruz, por medio de ladrillo. En la primera sección se encontraba el altar con la imagen de un Cristo yacente de madera, enmarcado de arco escarzano con dovelas marmóreas de las canteras de Espejón, Dovelas, materiales sobrantes de obras de la catedral, que mientras la ermita estuvo en ruinas fueron expoliadas llegando alguna hasta Soria, otras se conservan en El Burgo. En pequeñas hornacinas, imágenes de las tres Marías, tallas de vestir de escaso o ningún valor artístico, pero de gran devoción popular que, al arruinarse su edificio, se trasladaron a la sacristía de la ermita de la Vera Cruz, hoy popularmente conocida por San Antón.

La primera noticia que conocemos relativa al monumento se remonta al año 1699 cuando el «Libro de cuentas del Ayuntamiento de El Burgo de Osma» deja constancia del pago de 1.745 maravedís por el aderezo de la cueva y composición del corral de concejo. Esto escribíamos el año 2010 cuando se iniciaron, por sugerencia de APRODEBUR, las obras de reedificación de la ermita. Después, como se leerá, hemos encontrado otra fecha anterior. En los «Libros de Actas» del citado consistorio se citen numerosos acuerdos, cuando menos entre los años 1740-1916, sobre necesidad de hacer reparos en la ermita. Surge, pues, ante este hecho, una pregunta: ¿por qué el Concejo de la Villa era el que abonaba los gastos para su mantenimiento y reparación? Acaso porque los límites entre la Ciudad y la Villa no estaban muy claros en ese paraje. Pascual Madoz la ubica en el término de El Burgo de Osma, hacia el sur donde se halla «una ermita subterránea, dedicada a Santa María Magdalena».

Tras la restauración, en julio del año 2011, la ermita fue bendecida con notable asistencia de público, excusando su presencia Gerardo Melgar Viciosa, entonces ordinario del lugar, felizmente promovido a la diócesis de Ciudad Real. Años antes, el 27 de mayo de 1838, lo había hecho el canónigo Barquina, secretario de gobierno de la diócesis, y «después se celebró misa cantada por la capilla de la Catedral con asistencia del alcalde y regidores del Burgo y gran concurso de fieles».

Ermita llamada, a veces, Cueva del Padre Ibarra, pero ¿quién pudo ser éste cuyo nombre no figura en los «Libros de difuntos de la parroquia de El Burgo de Osma», hoy bajo la titularidad de la Asunción de María y antes de la Santa Cruz. En carta de Sinforiano de la Cantolla y de las Pozas, ilustre y erudito canónigo de la catedral, al Dr. Silvestre Lozano y Contreras, natural de Hinojosa del Campo y párroco de la Villa, le encargaba, el 22 de noviembre de 1919, «si tiene V. tiempo y humor desearía viera V. si en los libros de defunciones de esta parroquia se halla la de un Padre Ibarra, anterior a 1740 y qué dice; pues se le nombra en documentos que he visto como una persona que se distinguió de tal manera que se le dio sepultura distinguida: Presumo que en la ermita de las Magdalenas, como se dice vulgarmente».

Para saber más sobre los avatares por los que ha pasado este modesto monumento, en el trascurso de los siglos, remitimos a nuestra publicación «Ermita de las Magdalenas”, El Burgo de Osma, 2011, 18 páginas. Nuevas investigaciones nos permiten hacer nuevas aportaciones a lo allí escrito, que pasamos a exponer.

En nuestro diario entretenimiento investigado en el Archivo Histórico Provincial, ya que no lo podemos hace en otro, ha salido a nuestro encuentro un dato que viene al caso que nos ocupa. El 26 de octubre de 1654, en las cuentas tomadas por Lorenzo Núñez de Portillo, tesorero coadjutor de la catedral, poderhabiente de Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Osma, dadas por Juan García de San Juan, «de todos los maravedís que han entrado en su poder de las rentas tocantes y pertenecientes a su excelencia en este dicho obispado», se descargan 100 reales pagados al Padre Ibarra. Éste, al parecer, era un pobre al que Palafox socorría anualmente con ciertas limosnas.

Años después, las cuentas municipales de 1713 contemplan 30 reales dados a Domingo Romero, escultor, por su trabajo de hacer la cruz de Cristo para el Calvario y las puertas del sepulcro de la Cueva del Padre Ibarra y aunque importó más se pagó de ciertas condenaciones aplicadas a este fin.

Ya en el siglo pasado, el 21 de agosto de 1902, se hizo saber en reunión del Ayuntamiento, la existencia en ella de varios cuadros que, por su antigüedad, deseaban comprar «y por su mérito alcanzan algún valor». La Corporación debía acordar su enajenación y emplear lo pagado «en hermosear el local de dicha Ermita». Enterados sus componentes, previa discusión, acordó que el concejal Pedro Ibáñez Gil, como persona más entendida, viera los cuadros o retablos y valorase la cantidad en que podían ser vendidos. Sospechamos se haría pues no han llegado a nuestros días.

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