Heraldo-Diario de Soria

Patrimonio

El retablo de San Martín de la iglesia parroquial de Berzosa cumple cuatro siglos

Tomás Ruiz de Quintana cobró por su trabajo de pintura, dorado y estofado la cantidad de 2.100 reales

Iglesia de Berzosa.

Iglesia de Berzosa.HDS

Publicado por
J. Vicente de Frías Balsa
Soria

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Si el retablo en cuestión ha llegado a nuestros días, no me lo pregunten, pues lo ignoro; doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder. En las numerosas ocasiones que he pretendido acceder a su iglesia, me ha sido imposible. En fin, que les fue más fácil a los romanos entrar en Numancia que lo que cuesta hacerlo en algunos templos de la diócesis. En Mezquetillas, no ha mucho, un lugareño apostilló ante la petición de visitar el templo: «la iglesia no se abre aunque venga el obispo». Así son algunos de los sorianos, sólo de nacimiento que no de residencia, en los que aún perdura el espíritu numantino.

Fue exactamente el día 23 de septiembre de 1623, cuando el Lic. Domingo Fernández y Juan de Hernán, el mozo, cura y mayordomo de la iglesia de la villa, previa licencia del Dr. Juan Daza, abad de Santa Cruz canónigo en la catedral de Osma, gobernador y provisor en todo el obispado por Martín Manso de Zúñiga, Obispo de Osma (1622-1630), dieron a pintar, dorar y estofar, a Tomás Ruiz de Quintana o de Quintano, vecino de El Burgo, el retablo colateral de San Martín, «que está hecho de madera en blanco de talla entera en la dicha iglesia».

Iglesia parroquial de Berzosa.

Iglesia parroquial de Berzosa.HDS

La memoria y condiciones para hacerlo, que pasaron ante Pedro de la Mota, informan que ha de ir todo él muy bien dorado de oro bruñido, conforme al arte de la pintura, y «ha de llevar en el banco primero del pedestal colorido las frutas y carteles y bien encarnados los rostros». Más ha de llevar la caja principal «algunos gravados u telas como mejor convenga» y en otra caja de San Roque «lo mismo de manera que corresponda con otro». 

Las columnas del primer orden «los tercios de ellos metidos de azul y labrados de aguja». Los capiteles de éstas «muy bien coloridos» y labrados de lo mismo; «las trespilares, el estriado todo de azul» y de la cornisa principal al friso «muy bien colorido como mejor convenga». Ya en el segundo orden irá la caja del niño Jesús, bien labrada y las pilastras «muy bien coloridas del sobre cuerpo». Dios padre, con trono de nubes, también «muy bien colorido» y los ángeles estofados y encarnados con todos los demás remates.

Ruiz de Quintana se obligó, además, a aderezar, lo que fuere menester, las imágenes de San Martín y San Roque y las dos virtudes del banco; de manera que todo quedara conforme al arte muy bien dorado, gravado, encarnado y colorido con buenos colores y buen oro. Del mismo modo, a dorar y encarnar el niño Jesús de dicho retablo; a arreglar la hendidura del ángel del vano derecha de la imagen de Nuestra Señora, del altar mayor, y aderezar la peana de la Virgen del Rosario...

El pintado, dorado y estofado deberían estar terminados, a vista de maestros peritos en el arte, el día de Navidad de 1624. Por su trabajo se le darían 2.100 reales, en que había sido concertada la obra en presencia del citado gobernador y provisor. Cantidad que se le pagaría en cincuenta fanegas de trigo, en Navidad de 1623, conforme fuere tasado por dicho provisor, y lo restante como fueren cayendo los frutos y rentas de la dicha iglesia.

Tomás, al que documentamos en El Burgo de Osma los años 1596-1636, fue natural del lugar de Arnuero, en la merindad de Trasmiera. Hijo de Diego Ruiz de Quintano y de María de Haças, casó con María de Zabalo, hija de Juan Çabalo, ensamblador y entallador, y María de Langarita. En 1596, como oficial, se concertó con Bartolomé de Ávila, pintor, vecino de El Burgo, para trabajar en su casa, «en todas las cosas que le ordenare y encargare tocante al dicho arte, por espacio de un mes». Ávila, por su ocupación, le daría «la comida y bebida y posada necesaria y cinco ducados por el dicho mes».

El cántabro fue un gran y fecundo pintor, a pesar de ser «hombre que no sabe leer ni escribir», si bien de carácter primario y desabrido lo que le hizo enemistarse y tener graves conflictos y pendencias con algunos de sus convecinos. A tal grado llegó el enfrentamiento que el Ayuntamiento de la Villa Mitrada se vio precisado a intervenir en el asunto, tema que tratamos en la revista «Arévacos», número 63 del año 2015.

Protocolos notariales y libros de fábrica y carta cuenta de las iglesias de la diócesis dejan constancia de su actividad pictórica, cuando menos, en retablos, relicarios, imágenes, andas y cortinas para las iglesias y cofradías de Castril, Almajano, Cortos, Atauta, Pedraja, Cascajosa, Paredesroyas, Casarejos, Vadillo, Langa, Blacos, Calatañazor, Madruédano, Golbán, Valderrueda, Casarejos, casa fuerte de San Gregorio, Vildé, Valdeluviel, San Leonardo, Rabanera de la Sierra, Rioseco, Fuentepinilla, Alcozar, Santo Domingo de Silos, El Burgo de Osma, La Gallega, Villabuena, Talveila, convento de San Luis de Gormaz, Quintanas Rubias de Abajo, Valdanzo, Peñalba de San Esteban, La Gallega, Anguix, Aylagas, Cubilla, Valdenebro, Navaleno, Valdealvillo, Almajano, Velilla, Alcubilla del Marqués, Tajueco, Ya 1623 Galapagares, Valdeavellano, San Esteban de Gormaz, Soto de San Esteban, Berzosa, Quintanas de Gormaz, Alcozar, Sotillo, Valdeavellano, Sotos del Burgo, Miño de San Esteban, Rioseco, Canos, Fuentelárbol, Abejar, Valdenarros, Carazo, Ontoria… El orden se hace según se fueron firmando los contratos.

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