Heraldo-Diario de Soria

Historia

De cuando el Consejo de Castilla amparó a los alcaldes de la zona de El Burgo en contra del obispo

Sobre el derecho a visitar los pueblos de Boós, Valverde, Barcebal, Valdelubiel y Sotos, pertenecientes a la jurisdicción de la villa

Miguel Herrero Esgueva, parroquia de Sotillo de la Rivera.

Miguel Herrero Esgueva, parroquia de Sotillo de la Rivera.HDS

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José V. de Frías Balsa
Soria

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«A enemigo que huye puente de plata» debieron pensar las autoridades y vecinos de El Burgo de Osma cuando, en 1722, llegó a la Villa la feliz noticia de que Miguel Herrero y Esgueva, obispo de Osma (1720-1723), había sido promocionado al arzobispado de Santiago de Compostela. Aforismo que el año 2016 repensamos cuando, otro ordinario del lugar, que «nihil boni fecit» además de convertir las casas episcopales en una auténtica ratonera, permitir la demolición de la moderna iglesia de San Francisco, en Almazán, y no acudir a dar cristiana sepultura al presbítero Manuel García Torre, fue promovido al histórico priorato de la cuatro Órdenes Militares.

Si, como escribió Núñez Marqués, el nombramiento de Herrero Esgueva «produjo júbilo y satisfacción inmensos», no en vano había nacido en Sotillo de la Ribera, provincia de Burgos y diócesis de Osma, y se había educado y criado en El Burgo a la sombra de Miguel de Esgueva, su tío, canónigo penitenciario de la catedral de Osma, la alegría y regocijo fue mayor en la Villa cuando, en marzo de 1723, partió para Santiago.

En su nombre, el 25 de mayo de 1720, Manuel García del Castillo, arcediano de Aza, con poder a él dado en Toledo el 18 de mayo, tomó posesión del señorío temporal de la villa mostrando la cédula real datada en Aranjuez cuatro días antes. El 2 de junio, domingo, en Madrid, fue consagrado por Bartolomé Camacho Madueño, obispo de Tortosa, asistido por Manuel Santamaría Salazar, obispo de Lugo, y por Benito Madueño Ramos, obispo titular de Sión y auxiliar de Toledo. El 24 comunicó a las autoridades burgenses su próxima llegada, cuya entrada tuvo lugar el día 27 y en la que, antes de darle las llaves de las puertas de la muralla, «juró por su consagración de guardar y que guardará de esta Villa del Burgo en todo tiempo los dichos sus usos, derechos y loables costumbres, según y como lo han sido guardados por los demás señores Obispos sus antecesores y de no se los quebrantar en manera alguna».

Pero, a pesar de juramento, pronto empezaron a agriarse las relaciones entre el obispo y las autoridades civiles. El 16 de mayo de 1721 Antonio Martínez de Ortega, alcalde mayor, dio cuenta el Ayuntamiento que aquél había ordenado que los alcaldes ordinarios «no pasen a visitar los lugares de la jurisdicción» que eran Boós, Valverde, Barcebal, Valdelubiel y Sotos. Según la corporación las visitas se habían hecho, hasta entonces, de tres en tres años, temiéndose que el prelado quisiera apropiarse de este derecho y jurisdicción, lo que era contra la Villa y sus alcaldes ordinarios. Éstos, con su escribano, desde tiempo inmemorial, habían visitado dichos lugares según la regalía, derecho y costumbre, sin que por ningún obispo ni jueces de residencia se hubiera impedido ni embarazado el hacerla. Acuerdan los ediles se le responda «pertenecer a dichos señores alcaldes ordinarios tomar dichas visitas» y que ni el obispo ni sus jueces de residencia son quien para poner el menor embarazo.

En Ayuntamiento, el 25 de septiembre, se volvió a tratar como la Villa se hallaba en la quieta y pacífica posesión y costumbre inmemorial de realizar la visita sin haber dado cuenta los obispos «pedido ni obtenido licencia para ello por ser, y haber sido, acción y derecho libre de dichos señores alcaldes ordinarios de tal manera que ni el alcalde mayor de esta dicha Villa ni los jueces de residencia, que son nombrados por el señor obispo y por el Cabildo en sede vacante, aunque haya tocado en cualquier año la dicha visita o residencia de dichos lugares nunca han hecho ni salido a ella pretendiéndolo ni procurando impedir». Como ese año tocaba salir a visitar, el prelado, contraviniendo el derecho y costumbre inmemorial y en conocido despojo de la posesión, expidió un despacho «queriéndose apropiar derecho que no tiene pues ninguno de los señores obispos, sus antecesores, lo han hecho ni ejecutado».

Como la justicia, regimiento y vecinos de El Burgo de Osma tenían que defender sus derechos y loables costumbres apoderaron a Andrés Martínez, alcalde ordinario, a José Contreras y a José Antonio Diez Tamayo, procuradores en los Reales Consejos, vecinos de Madrid, para que lo hicieran y «pidan que dicho señor obispo actual ni sus sucesores no pidan ni se residencien las dichas visitas por sí ni por los jueces de residencia ni alcalde mayor que nombraren de esta Villa como no lo han hecho sus antecesores, en ningún tiempo».

El 15 de enero de 1722 se vio copia de un alegato hecho por el Lic. José Cardeña, abogado, en el pleito que litigaba la Villa contra Miguel Herrero Esgueva. En él se ponía de manifiesto, como ya se ha dicho, que las visitas debían ser ejecutadas por los alcaldes ordinarios, uno por el estamento de los hijosdalgo y otro por el común, y no por los jueces de residencia nombrados por su ilustrísima. Enterados se acordó seguir y proseguir el pleito así como escribir a Cardeña dándole las gracias «del cuidado que ha tenido y tiene en esta dependencia y previniéndole continúa en ella hasta su fenecimiento».

En tal situación, y a pesar de las diferencias de pareceres, los miembros de la corporación municipal, al tener noticia de que su majestad había hecho merced del arzobispado de Santiago de Compostela al mitrado de Osma, acordaron pasar a darle la enhorabuena al lugar en el que se hallaba.

El 16 de octubre se vio, en el Ayuntamiento, la ejecutoria contra el obispo Miguel Herrera Esgueva y a favor de la Villa, expedida en el Real Consejo de Castilla, por la cual se mantenía y amparaba a sus alcaldes ordinarios en la posesión de tener las visitas a los lugares de su jurisdicción contra el obispo Miguel Herrera Esgueva. Éste, que tuvo también no pocos problemas sobre temas taurinos, de los que trataremos en su día, se despidió de sus diocesanos el 1º de marzo de 1723.

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