Heraldo-Diario de Soria

Crónica negra de Soria

Un ciego mata a un anciano en Lubia y la reina María Cristina le salva de la horca

El criminal, Natalio Cañas Cruz, llevaba como lazarillo a su hermano Mariano y golpeó en la cabeza al hombre, mendigo como él, con una gran piedra, en el paraje de La Cruz Pintada. Fue en el año 1893

Paraje en el que tuvo lugar el crimen, en el término de Lubia.

Paraje en el que tuvo lugar el crimen, en el término de Lubia.HDS

Publicado por
José Vicente de Frías Balsa
Soria

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«En Santa Lucía, mengua la noche y crece el día», proclama el refranero. Su fiesta, que celebramos este miércoles, preludia las Navidades y marca el solsticio de invierno frente al día de San Juan, cuando se conmemora el comienzo del solsticio de verano. Es, la Santa, la patrona de los invidentes y, por ello, tratamos en esta ocasión de un capítulo de la crónica negra de la provincia de Soria que tuvo como protagonista a un joven ciego y sus dos acompañantes que imploraban la caridad por las calles y plazas. Vayamos al tema.

El año 1893 fue pródigo en homicidios y asesinatos por estas tierras. Los lugares y villas de Aldealseñor, Las Aldehuelas, Andaluz, Borobia, Calatañazor, Caravantes, Lubia, Montenegro de Ágreda, San Esteban de Gormaz, San Felices, Somaén, Soria y Yanguas, cuando menos, fueron escenario de trágicos sucesos protagonizados por artistas sedientos de sangre. En el caso que nos ocupa fueron: Natalio Cañas Cruz, natural de Madrid, soltero, de 20 años de edad y ciego de nacimiento; su hermano y lazarillo Mariano Cañas, nacido en Priego (Huelva), de 10 años, ambos de padre desconocido y madre procesada; y la agraciada joven Juana Rojas, natural de Albares (Guadalajara), soltera, de 17. La víctima, su compañero, José Martínez, de 74 años, avecindado en la provincia de Cuenca, al que mataron por robar, y eso que, como ellos, era mendigo y además un anciano.

El 12 de abril de 1894, jueves, tuvo lugar, en la Audiencia provincial, la vista de la causa seguida contra los susodichos, suceso que tuvo el triste privilegio de llamar poderosamente la atención de los sorianos que, ansiosos de presenciar los debates, abarrotaron el salón de vistas y los pasillos del palacio de Justicia. El Ministerio público estuvo representado por Abelardo Marroquín Ortega, teniente fiscal, y la defensa encomendada a Mariano Granados Campos. Comparecieron como testigos, entre otros, Dionisio Soria, Fernando Ayllón, Higinio Molina y Juana Gómez, ésta vecina de Los Rábanos y dueña de una posada.

Pero, ¿cómo se desarrollaron los hechos? Los indicados, en unión del interfecto, se dedicaban a implorar la caridad cantando y tocando la guitarra, violín y pandereta. Después de haber recorrido varias poblaciones, entre ellas Soria, se dirigieron hacia Los Rábanos donde pensaron pernoctar en la posada si bien no lo hicieron. Al llegar a una choza radicada en el sitio conocido como La Cruz Pintada, Natalio manifestó su deseo de continuar hasta Lubia, mas, ante la negativa de José, decidieron pasar allí la noche del 25 de junio de 1893. José se acostó en ella y los demás en la cuneta de la carretera.

Aguardaron a que aquél se durmiera y Natalio dijo: «Vamos a dar un golpe al abuelo», o al viejo, que así le llamaban, y la concubina replicó: «Por Dios no hagas eso, que va a ser nuestra perdición». El ciego, guiado por su hermano, fue al chozo y descargó con violencia una gran piedra que allí había sobre la cabeza del anciano produciéndole la muerte instantánea o inmediata por aplastamiento del cráneo. No tuvo tiempo más que para exclamar débilmente «¡Dios mío, Dios mío, no hay quien me ampare!». Persuadidos los hermanos de la muerte, Mariano le quitó la faja y entregándola a Natalio éste sacó de ella 80 pesetas que guardó en sus bolsillos, apoderándose, también, de una cartera que contenía efectos de escaso valor y del violín.

Retomado el camino, una vez cometido el crimen, entre las 4 y 5 de tarde llegaron a Almazán camino de Sigüenza, con el fin de esconderse mejor, pero cuando estaban en Alcuneza les detuvo la Guardia civil.

El Tribunal Supremo confirmó la sentencia dictada por la Audiencia provincial condenando al infortunado Natalio Cañas Cruz, como autor del delito de robo y homicidio, a la pena de muerte, declarando no haber lugar al recurso de casación admitido de Derecho en beneficio de Natalio.

Desde que se conoció en Soria el terrible fallo, con el fin evitar el triste espectáculo que supondría levantar en esta capital el patíbulo, se hizo un llamamiento a todos los sorianos, en noviembre de 1894, a fin de secundar la iniciativa de la Diputación provincial, Ayuntamiento de Soria, Victoriano Guisasola y Menéndez, obispo de Osma, diputados y senadores a Cortes por la provincia, el citado abogado defensor del reo, la prensa de Madrid, la Sociedad de ciegos de Madrid titulada «Esperanza y Fe», asociaciones benéficas y hasta particulares… Petición dirigida a impetrar la gracia del indulto en favor del pobre ciego.

Mas aunque seguían siendo muy favorables las noticias que se tenían en pro de la consecución de tan humanitario fin, entre los indultos concedidos por su majestad en el Consejo de Ministros, celebrado el lunes 24 de diciembre, no aparecía el del ciego. No obstante se confiaba que no se haría esperar la regia prerrogativa. Al final, la reina gobernadora María Cristina, vista la ley de 18 de Junio de 1870, de acuerdo con la Sala sentenciadora y el Consejo de Estado en pleno, conformándose con el parecer del Consejo de Ministros, y en nombre de su hijo Alfonso XIII, vino «en conmutar, en el acto de la adoración de la Santa Cruz, la pena de muerte a Natalio Cañas por la inmediata de cadena perpetua y accesorias correspondientes». Fue el 12 de abril del año de 1895.

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