Heraldo-Diario de Soria

Historia

Pleito en Soria sobre la construcción de la torre de la desaparecida iglesia de San Esteban

Juan y Pedro Alonso de San Miguel y Francisco de Villa, maestros de cantería, estimaron los perjuicios que la obra suponía para la casa de Rodrigo López de Salcedo

Plaza de San Esteban, llamada ahora de las Mujeres.

Plaza de San Esteban, llamada ahora de las Mujeres.MARIO TEJEDOR

Publicado por
José Vicente de Frías Balsa
Soria

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Celebramos, ayer martes 26 de diciembre, la festividad del diácono San Esteban protomártir, del que asegura el rico refranero que «entre San Esteban y San Silvestre cuatro días faltan para el año siguiente». Santo, que murió lapidado, bajo cuya advocación están o estuvieron, según Teófilo Portillo Capilla, las parroquias de Alcozar, Almazán, Baniel, Berlanga de Duero, Buitrago de la Sierra, Cortos, La Losilla, Mesegoso, Navaleno, Ocenilla, Pobar, Rollamienta, San Esteban de Gormaz, Soria, Taroda y El Vallejo; así como las ermitas de Almajano y Navaleno.

Procede, pues, que tratemos de la parroquia de San Esteban, una de las treinta y cinco citadas en el censo mandado hacer, el año 1270, por Alfonso X. Iglesia ubicada en la plaza que hasta no hace mucho llevaba el nombre del protomártir, hoy caprichosamente rotulada como Plaza de las Mujeres. ¡Qué majadería! Edificio, acaso románico o protogótico, que, en el transcurso de los tiempos, sufrió profundas modificaciones y mutilaciones «sobre todo en el siglo XVI, que se hicieron obras de arreglo y consolidación adicionándole algunas capillas». Al ser derruida en 1804 se anexionó a parroquia de San Juan de Rabanera y «su piedra fue empleada en reconstruir las descortinadas puertas del Rosario, Balobos y Postigo». Restos de sus dependencias que afloraron a superficie cuando, en 1990, se llevó a cabo una campaña de excavaciones con motivo de la construcción, en dicha plaza y la de El Olivo, del polémico parking subterráneo. Excavación dirigida por Manuela Doménech Esteban.

Felipe III, el 15 de noviembre de 1620, se dirigía a la justicia ordinaria de Soria poniendo en su conocimiento que había pleito pendiente, ante el presidente y oidores de la Real Audiencia, entre el cura y mayordomo de la parroquia de San Esteban, de dicha ciudad, de una parte, y de otra Rodrigo López de Salcedo, vecino de la misma y caballero del hábito de Santiago. La causa estaba motivada por «la obra y edificio de la torre y campanario de la dicha iglesia».

En el proceso las partes fueron recibidas a prueba, con cierto término, y estando en él, Juan de Zambrana, mayordomo de la iglesia, presentó una petición. En ella, ante lo mandado de que la prueba pasase ante las justicias y escribanos, solicitaba que la ambos, «con asistencia de dos maestros de cantería y arte de hacer torres, nombrado por cada parte el suyo, vean ocularmente el sitio donde se hace la torre y la distancia que de la casa de la parte contraria hay por alto y bajo y el daño o perjuicio que le hace o puede hacer y de todo ello informe a vuestro presidente y oidores». Vista la súplica se ordenó a la justicia «vea lo que conviene a las partes».

El 22 del mismo mes y año, ante el licenciado Lope de Bustamante Bustillo, corregidor de Soria, Pedro Larios, cura propio de esa iglesia, pidió mandase ver «por vista de ojos el campanario que se ha hecho en la dicha iglesia y llevar consigo dos maestros de cantería y hacer torres». El clérigo nombró para ello a Juan y Pedro Alonso de San Miguel, hermanos, montañeses, maestros de cantería, «que trabajan en la puente de la dicha ciudad» para que el corregidor eligiera el que gustare. Dos días después, Francisco Hernández, procurador de Rodrigo López de Salcedo, nombró a Francisco de Villa, maestro de obra, estante en Soria, y natural de la merindad de Trasmiera.

La inspección ocular, en cumplimiento de la real provisión, se llevó a cabo el día 25 cuando el licenciado fue a la susodicha iglesia en compañía de los maestros canteros Juan de Alonso de San Miguel y Francisco de Villa. Su merced, desde cerca de la iglesia, vio el campanario y la casa del dicho Rodrigo de Salcedo y mandó a los oficiales subiesen al tejado de la iglesia, «donde está el dicho campanario», y midieran la distancia que había desde el campanario antiguo hasta el causante del pleito así como lo que había desde el nuevo hasta las casas de Rodrigo de Salcedo. Cumplido con su misión, «después de medido, bajaron y dijeron a su merced del dicho Sr. corregidor la distancia que había de lo uno a lo otro», de lo que se informó a las partes.

Tras el detallado informe de los canteros, recibido bajo juramento el 26 de septiembre y protocolizado en la escribanía de Juan de la Peña, el corregidor preguntó por el perjuicio que, conforme a la vista, les parecía seguirse a Rodrigo de Salcedo «de la forma que está el dicho campanario».

Francisco de Villa dijo que, a su parecer, era de mucho daño a la casa el estar donde entonces estaba el dicho campanario, «porque desde la dicha torre se puede saltar a la casa del dicho Rodrigo de Salcedo y porque el ruido de las campanas le tiene más cerca de su casa que de antes estaba»”.

Y Juan Alonso afirmó «que antes que se fundase la torre donde ésta se levanta se tenía más peligro para entrar en la dicha casa que de presente tiene, por estar las ventanas más a nivel del tejado de la dicha iglesia. Y ahora se halla la torre más alta y las ventanas de la dicha casa más bajas y así tienen más seguridad para que no se pueda entrar en la dicha casa».

¿Cuál fue el resultado de las pruebas? Pues que el licenciado Lope de Bustamante y Bustillo, corregidor de la ciudad, en respuesta a la real provisión comunicaba, el 4 de octubre, a los citados presidente y oidores de los tribunales que la mencionada torre de la parroquial de San Esteban se «edifica en su propio suelo y siendo vuestra alteza servido se le mandará proseguir con la dicha obra adelante y esto, me parece, no sirviéndose vuestra alteza de mandar otra cosa».

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