Heraldo-Diario de Soria

Historia

El abad de Medinaceli vigilante de oficios y procesiones, en silencio y compostura (siglo XVIII)

El responsable de la iglesia colegial debía vigilar el comportamiento y decoro durante los actos de Jueves y Viernes Santo

Ermita del Humilladero en Medinaceli.

Ermita del Humilladero en Medinaceli.HDS

Publicado por
José V. de Frías Balsa
Soria

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Conocemos algunas de las procesiones que se celebraban la Semana Santa, siglos ha, en la villa por las «Constituciones de la insigne Iglesia Colegial de la Assvncion de NA Señora de la Villa de Medinaceli», hechas el 11 de octubre de 1741 y admitidas por su cabildo el 16 del mismo cuando era abad, y lo fue de 1718 a 1754, el doctor Diego Ventura de Ocilla Estabillo y Vizcarra.

Será la constitución número XIII, titulada «De las Procesiones de Jueves, y Viernes Santo», la que nos recuerde que «de antigua costumbre, y por dotación, siempre el Abad, y Cabildo han hecho Procesión la noche del Jueves Santo con la Hermandad de la Santa Vera Cruz, y à prima noche del Viernes con la del Entierro, y Santo Sepulcro de Christo Señor nuestro, passando con aquella por los Monasterios de Religiosas de Santa Isabel y de San Romàn, y por otras Calles, circulando en la Colegial, y con esta otra llegando hasta dicho Monasterio de San Román, depositando alli dicho Santo Sepulcro, y bolviendo dicho Cabildo Procesionalmente a su Iglesia».

Desfiles a los que estaban obligados a asistir todos sus capitulares, so pena de tres reales a cada uno de los que faltare. Y si al salir de la iglesia colegial no se hallare en su lugar y coro perdería, además, la distribución correspondiente de la dotación. Estaban exentos de acudir a la del Jueves los enfermos y «ancianos» de sesenta años «y los mismos relevados de dicha pena de tres reales, sino assistiesen à la dicha del Viernes Santo».

El abad o el presidente debería poner gran cuidado el que, en éstas y otras procesiones, «se guarde summo silencio, y toda compostura, y que todos vayan separados entre sì por su orden, considerando, que en la decente gravedad de las Procesiones, se haze respetable la autoridad de las Iglesias; como también, de que la dicha procesión de Jueves Santo salga luego, lo más presto que se pueda, sin ser muy entrada la noche, por los inconvenientes, que de lo contrario se dexan conocer».

Otras noticias al respecto nos las facilitan los libros de acuerdos del mencionado cabildo. Traemos aquí algunas de ellas. Por la 1ª sabemos que había procesión el Domingo de Pascua de Resurrección. Así el canónigo Juan de Frías, el 26 de febrero de 1599, pidió a los capitulares, entre otras cosas, le hiciesen merced de cantar por él, la mañana de ese domingo, sus maitines, laudes, procesión y misa, que quería dotar. El cabildo lo aceptó y le respondió, el 5 de marzo, que por ello debería abonar ocho ducados «y así el canónigo Frías lo consintió y dijo que las dotaba y que se comienze a cantar este dicho año».

El viernes 5 de mayo de 1623 se reunió, en sesión ordinaria, el cabildo bajo la presidencia del licenciado Alonso Martínez Gaitán, que ocupo la abadía los años de 1597 a 1629. Se hallaron presentes, también, el maestrescuela, chantre y tesorero, así como doce canónigos y dos racioneros. Juntos, Francisco de Perea, como hermano mayor de la Santa Vera Cruz, con los cofrades Jerónimo y Domingo, les pidieron admitieran una dotación el Viernes Santo, después de la Soledad, para «que se haga el descendimiento de la Cruz con una procesión al Humilladero con todo el cabildo». Determinó la mayor parte de los sus componentes «que atento que esta dotación ha de ser perpetua lo primero se pida licencia a mi Sra. la duquesa como patrona y, dada, se haga escritura y por la Hermandad en general de modo que no sea por particular ninguno. Y que se lleven dos mil maravedís cada año. Y que en la forma que se ha de hacer y en qué lugar eso quede a disposición de los que hicieren la escriptura. Y que los que tuvieren sesenta años no bajen sino que queda a su disposición el ir como en la procesión de la disciplina». Votaron, igualmente, que el día de agua, nieve o aire muy grande tuviera lugar «en la parte donde se dispusiere y determinare en la escriptura y no se baje aquel día al humilladero».

Era duquesa a la sazón Antonia de Toledo Dávila y Colonna (c. 1591-1625), segunda esposa de Juan de la Cerda y Aragón (1569-1607), VI duque de Medinaceli, señor de Somaén, Deza… Duque al que, por cierto, escribimos aludía Miguel de Cervantes en el poema que comienza «Vimos en Julio otra Semana Santa» y termina «triunfando entró el gran Duque de Medina». Bien, pero se refería al duque de Medina Sidonia y no, como creíamos basado en Fernández Béthencourt, al de Medinaceli.

Y por lo que respecta al Humilladero, levantado en 1569 con limosnas de los cofrades de la Vera Cruz, a él que acudían el cabildo y los medinenses a recibir los restos mortales de los titulares de la Casa (1607), iban procesionalmente cuando había falta de agua (1609) y en su recinto se guardaban los pasos procesionales de Semana Santa hasta el Miércoles Santo, si bien luego los subirían a la colegial el Domingo de Ramos.

En ocasiones extraordinarias algunos de los pasos de Semana Santa recorrieron las calles de la Villa, tal y como se deduce de lo anotado por Andrés Belfortín, secretario capitular, el sábado 3 de junio 1632. El Dr. Pedro del Castillo y de Escobedo, abad que fue los años de 1629 a 1645, propuso, en la reunión de aquel día, «que atento hay mucha necesidad de agua para los panes que se haga una procesión general con los pasos de la Santa Vera Cruz y que se baje la imagen de Nuestra Señora del altar mayor. Determinóse así por los señores prebendados».

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