Heraldo-Diario de Soria

QUINTA ESQUINA

Javier Martínez: «La utopía te sirve para crecer; si no existe, la gente se para, no camina»

En su lugar en el mundo hay playas de ensueño y se baila samba; también hambre a pocos metros, latifundios, miles de árboles talados e indígenas. Nunca cenó con Bolsonaro. Adivinen dónde es «plenamente feliz»...

-LUIS ÁNGEL TEJEDOR

-LUIS ÁNGEL TEJEDOR

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P. P. S.
Soria

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Pregunta.– ¿Padre o Javier?

Respuesta.– Javier, Javier.

P.– Es usted el misionero soriano más joven de la diócesis, ¿qué hace allí, en la Amazonía de Brasil, que no pueda hacer aquí?

R.– Es muy diferente. Estoy en el norte de Brasil, Brasil amazónico. Aquí la iglesia tiene una misión y allí otra; la gente, los desafíos sociales son diferentes, y los de la fe también. Allí hay mucha pobreza.

P.– Fe… Déjeme pensar… ¿En qué se diferencia la fe de un soriano de la de un indígena?

R.– La fe es la misma pero se vive de forma diferente porque la cultura también lo es.

P.– ¿Qué le falta por confesar?

R.– Sí, un padre se confiesa. Quizá juzgar en esas poblaciones con la mentalidad que tenemos aquí. Allí se escucha a la Iglesia, los padres se colocan mucho al servicio de la gente que sufre allá. Y a veces es falta de paciencia a la hora de entender su manera de ser, de vivir, de entender la vida.

P.– ¿Cómo ve el revisionismo que se hace ahora del momento en que los españoles descubrieron aquel continente?

R.– No sé. Pero sí es cierto que algunos juzgan muy duro la historia. Yo tampoco lo creo así. En Amazonas los primeros jesuitas y religiosos que llegaron eran perseguidos porque denunciaban a los colonos el trato que tenían con los indios. No se puede juzgar lo de entonces con criterios de hoy, pero sí es cierto que a lo mejor no se ha valorado lo suficientemente su cultura, la manera de vivir y expresar su fe. En el Amazonas hubo una apertura muy grande porque los religiosos que iban allí era de lo mejor que tenían aquí e iban muy abiertos. De hecho se hizo un cristianismo sincrético.

P.– ¿Nos enseña algo la Amazonía que no sepamos en Soria?

R.– Mucho. Lo amazónico en sí, que es un pulmón de la tierra y está siendo talado, deforestado. Nos está diciendo que es posible tener una relación diferente con la madre tierra, que dicen los indígenas, de respeto. Eso es fundamental. Ahora que se habla tanto del calentamiento global, del cambio climático, los indígenas tienen una relación especial con la madre tierra: donde hay indígenas, la selva está en pie; donde hay blanco, la selva está desmatada. Eso es una enseñanza grande.

P.– Habla de latifundistas, de curas en la cárcel, ¿se siente valiente usted?

R.– La gente dice que sí pero yo creo que no. Aunque la verdad es que tengo poco miedo a pocas cosas.

P.– Yo creí que Brasil era playa y zumba

R.– Brasil es un continente grande y variado. Hay una zona turística, el sur está desarrollado y tiene una matriz europea muy marcada. Pero en el norte hay una matriz indígena muy fuerte y hay mucha pobreza, mucha violencia y mucho conflicto social.

P.– ¿Qué le sobra de aquí allí?

R.– Me sobran las prisas, a veces el cabreo… Aquí la gente se altera por muchas cosas. Y el reloj. Allí es trópico y hay más calma. (Ríe)

P.– Llama computadoras a los ordenadores, ¿sabe qué es el 5G?

R.– (Ríe) Me has pillado. No estoy muy puesto en tecnología.

P.– Seguro que de natalidad andan sobrados… ¿Qué haría para repoblar Soria?

R.– Sí, bien. La natalidad es amazónica, fecunda, abundante… Eso es un desafío grande que los pueblos de aquí se vacíen, con la historia que tuvieron... Las parejas tienen pocos hijos. Además, hacen falta infraestructuras, industria… Se tienen que implicar desde todos los ámbitos, el económico, políticos…

P.– ¿Y usted qué necesita urgentemente?

R.– Yo urgentemente no necesito nada. Seguir comprometido en este camino, en esta causa y mucha fuerza para ayudar a esta gente. Y sabiduría también. La fuerza la saco de la fe. Yo sí creo en un mundo mejor, con esperanza… De ahí se saca mucha fuerza. (Algo utópico). ¡Claro!, es que hay que vivir de utopía…, creer que es posible otro mundo. Estamos ahora en la época en la que acabaron las utopías. Pero es que la utopía te sirve, no para alienarte, sino para ir creciendo y construir un mundo mejor a tu alrededor. Si tú no crees en la utopía te paras, si tienes una utopía caminas. Si no hay utopías la gente no lucha, no camina… Nunca hay que resignarse ante la realidad, por difícil que parezca.

P.– Vale, ¿sabe lo que vi ayer? Un perro por la calle con pañal.

R.– Estoy de acuerdo en cuidar a los animales y la naturaleza... Pero en un contexto en el que se desprecia al otro y no se acogen inmigrantes… lo primero son los humanos.

P.– ¿Qué diferencia la Iglesia de aquí y allá?

R.– Son diferentes contextos. La Iglesia de allá está muy envuelta y atenta al sufrimiento de la gente, que es más patente. Es más profética, tiene que denunciar y ser más arriesgada. La Iglesia de allá corre peligro. El obispo donde estoy lleva escolta, allí se mata.

P.– Roma, octubre, Sínodo de la Amazonía. ¿Por qué a la Iglesia le importa ahora lo verde, el agua y el medioambiente?

R.– La Iglesia siempre tuvo esa conciencia. Este sínodo el Papa coloca en primer plano la violencia que están sufriendo los pueblos indígenas, que se está acabando con sus iglesias, que la Amazonia se está destruyendo para colocar ganado. Es posible un nuevo paradigna civilizatorio. (A Occidente le importa esto) Habrá gente que sí, pero a Occidente le importa vivir bien, estar en sus cosas...

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