Sociedad
La vigilancia del patrimonio rural: Románico sin techo
Miembros de esta plataforma dan a conocer la importancia de un legado arquitectónico que hay que poner en valor y proteger
La importancia de conocer el patrimonio es una de las claves para salvar el mismo y divulgar y promocionarlo es la manera de sensibilizar de la importancia de un legado que, en el mundo rural, demostraba que estaba muy vivo y que, con el paso del tiempo y el abandono de la vida en muchos pueblos, se ha ido perdiendo.
Pero gracias a la labor de amantes del patrimonio como los responsables del proyecto Románico sin techo hoy esas iglesias abiertas al cielo que todavía se conservan en la provincia, se dan a conocer, como hicieron en Santa María de las Hoyas, donde Teresa García López, José María Incausa y Luis C. Pastor, hablaron no solo de su labor en la asociación, sino también de templos que incluso fueron majadas.
Entre los proyectos en los que se hayan inmersos está intentar conseguir la declaración de BIC de la iglesia de la Barbolla, porque consideran que «la declaración es la única forma de que se salve», explican. Pero no es su única tarea, porque siguen publicado artículos y estudios, así como dialogando con entidades como la Diputación Provincial para que se pueda promocionar un proyecto similar al que se ha realizado con los poblados Celtíberos, sobre el románico rural que está sin techo, para que «se consoliden estas iglesias», piden. «Tampoco cuesta tanto», aseguran, y de hecho consideran que lo importante es «que no vaya a más, esté limpio y la gente vea que esté cuidado para que no se robe», explica Pastor.
Porque, denuncian, que en muchas ocasiones el hecho de que un templo está abandonado o no cuidado, hace que se lleven a cabo expolios, como el que desgraciadamente ocurrió en los años 60 en La Cuenca y Aldehuela, con la ermita y el templo, que lo vendió el propio Obispado, o el mítico expolio de San Miguel de Parapescuez, vendida al industrial vizcaíno Vicente Elosua con el fin de abrirla al culto como capilla privada en Ciervana (Vizcaya), aunque nunca se remontaron esas piedras, como explicó García López.
Recuerdan que cada 150 habitantes habitualmente se construía una iglesia que controlaba la zona, pero poco a poco los barrios fueron quedando despoblados y muchas de esos templos fueron abandonados, aunque todavía hoy permanecen en pie. En algunos casos, como en Brías, aunque se abandonó el barrio y la iglesia, al final tuvo el uso de ermita para los vecinos, aunque «cada vez a la gente le cuesta más ir a ermitas alejadas», reconoce Pastor.
Otras se perdieron como Mosarejos, donde no se ejecutaron en su día las obras y por fortuna se pudo salvar el artesonado y lo consolidaron, el caso de Paones, donde quitaron las tejas de la iglesia para llevarlas otras parroquias, en los años 70, en lugar de comprar tejas nuevas, o los conventos en ruinas de San Pedro el Viejo en San Pedro Manrique y San Adrián en el Madero, en Tierras Altas.
Una de sus insistencias es concienciar a las administraciones de que se ejecuten acciones como las que se desarrolló con Soria Románica, para que al menos techen los templos, porque desde que en 2010 que se publicó la enciclopedia del románico de la Fundación Santa María la Real, «han desaparecido», aunque por suerte otras las han recuperado gracias a la ayuda del pueblo.
Existen muchos ejemplos en la provincia de Soria, como el caso de Arganza, que cuando se fue quedando despoblado se produjo el robo de una columna y un capitel de la galería porticada y gracias al cura de San Leonardo, Felipe Pérez, y de dos vecinos, hicieron una réplica y se evitó el saqueo y que no se siguiera robando más, «un ejemplo de lo que hay que hacer», explica Luis C.Pastor, quien reconoce que «si no la reparan va a más», destacando «la importante labor de los párrocos y vecinos», insistió.
Durante su charla, Teresa García explicó que «si estas ruinas se consolidan como ha pasado con la iglesia de San Juan de Calatañazor no desaparecerán ni se expoliarán, de no hacerse se convertirán en simples majanos como es el caso de la ermita de Santa Ana, también en Calatañazor», reconoció.
En otros casos, muchos de estos inmuebles abandonados se convirtieron en cantera para otros edificios, como la iglesia de San Nicolás de Soria cuyos sillares se utilizaron, entre otras muchas obras, en el cerramiento de la Alameda de Cervantes o en la construcción de la nueva iglesia de los Santos Justo y Pastor en Martialay.
A eso hay que sumar que la propiedad de estas ermitas es variada, porque aunque la mayoría son propiedad de la iglesia, también las hay de propiedad municipal como San Lorenzo de Boillos en Boós o las cuatro iglesias abiertas al cielo de la ciudad de Soria, San Ginés, San Nicolás, San Martín de la Cuesta y San Agustín el Viejo, recientemente adquirida por el consistorio capitalino, explicaron durante su charla, mientras que otras tienen titularidad privada como el caso de la iglesia de Tartajo, San Bartolomé del Culdegallinas o San Salvador de Magaña.