Heraldo-Diario de Soria

Todos los Santos

Cementerios poéticos, románticos, de vértigo, multiculturales o profanados jalonan el Moncayo

En un camposanto los vecinos tenían que subir la tierra, además de al difunto; otro está en el patio de armas de un castillo; un tercero inspiró a un poeta universal...

Cementerio de Vozmediano.

Cementerio de Vozmediano.E.S.

Publicado por
Eva Sánchez
Soria

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El Moncayo, rico en tradiciones relacionadas con Todos los Santos, acoge cementerios para todos los gustos. Los hay románticos, históricos, becquerianos, los que desafía al vértigo o aquellos que fueron vilmente profanados. Recorrerlos supone un reencuentro con las tradiciones funerarias del antiguo monte sagrado.

Purujosa, un cementerio de vértigo

El cementerio más espectacular del Moncayo, por su ubicación, se encuentra en Purujosa. Desafía al vértigo ya que se construyó anexo a la sencilla iglesia de San Salvador, en el saliente de un barranco. Una posición estratégica que condicionó la forma de enterrar en el pueblo.

Sus habitantes no solo tenían que subir al difunto, también la tierra con la que sería enterrado.

En el blog El Nido de las Águilas, se narra que en un cementerio tan singular y en pleno Moncayo, no podían faltar las tradiciones en la noche de Todos los Santos, como la que cuenta que los vecinos se iban a la montaña de enfrente a encender hogueras para los difuntos.

El castillo-cementerio de Vozmediano

Al otro lado del Moncayo, bajo la omnipresente silueta del monte, encontramos uno de los cementerios más originales, el de Vozmediano, ubicado en el patio de armas de su antiguo castillo. Se cuenta que, en los albores del XIX una plaga de cólera asustó tanto a los vecinos que trasladaron el cementerio al lugar que creyeron más seguro del pueblo, entre los muros de su castillo.

Cementerio de Vozmediano.

Cementerio de Vozmediano.E.S.

Lo que está claro es que, durante la Gripe Española de 1918, el castillo cementerio volvió a cobrar protagonismo al tratar de evitar que las víctimas de esta pandemia siguieran contagiando. Así se lo contaron sus abuelos a Julia Beamonte, hija del pueblo, “ellos creían que seguían contagiando aún después de fallecidos, la necesidad urgente era la de deshacerse de esos cuerpos, así que los subían al castillo, donde ya se enterraba anteriormente”.

Ahí se mantiene hasta ahora, pero con la amenaza de que sus torres se desplomen sobre las sepulturas. Está en la Lista Roja de Patrimonio y requiere de una intervención urgente.

Trasmoz, el cementerio que cautivó a Bécquer

De entre todos los cementerios de la comarca, quizás el más conocido es el de Trasmoz, acostado a los pies del Moncayo y que atrapó poderosamente la atención de Gustavo Adolfo Bécquer. Nadie mejor que él para describir su belleza en la Carta VI de Cartas desde mi Celda.

“Es imposible ni aun concebir un sitio más agreste, más solitario y triste, con una agradable tristeza, que aquél. Nada habla allí de la muerte con ese lenguaje enfático y pomposo de los epitafios; nada la recuerda de modo que horrorice con el repugnante espectáculo de sus atavíos y despojos”, relata el poeta.

El escritor Miguel Mena conoce muy bien este camposanto y qué es lo que de él atrapó al poeta “en esa carta Bécquer hace una reflexión sobre la vida, la muerte y la posteridad”. Entonces tenía 28 años. Cinco años después fallecería. “No sueña con ser enterrado en un mausoleo como un gran poeta, si no que le gustaría ser enterrado en un cementerio tan humilde como el que ha descubierto al pie de un castillo en ruinas como el de Trasmoz”.

La humildad del camposanto contrasta con la espectacularidad del entorno “a un lado un castillo, al otro el Mirador de los Olivos y el Moncayo como telón de fondo”.

Su halo literario se mantiene un siglo y medio después. Allí descansan parte de las cenizas del poeta Ángel Guinda, junto con los versos del poema que dedicó a este camposanto “cuando anochezca en mi como un día cualquiera, acércame a Trasmoz para ver el Moncayo bajo un bosque de estrellas”

El cementerio romántico de Litago

Mucho menos conocido, pero con un gran encanto, encontramos el antiguo cementerio romántico de Litago. Está adosado al ábside de la iglesia, en desuso desde mediados del siglo pasado. Permanece congelado en el tiempo para trasladarnos hasta la época de los Bécquer.

De hecho “se quedó estancado en el tiempo, ahora enterramos en uno más moderno, es el único cementerio que hay en la zona que está exactamente igual que cuando los hermanos estuvieron en la comarca”, explica el alcalde Rafael Ávila. Es un camposanto sencillo “de tumbas en tierra”, con piedras en vez de lápidas que identificaban al difunto.

Los cementerios de las tres culturas de Ágreda

En Ágreda la convivencia de judíos, árabes y cristianos supone también la coexistencia de varios rituales funerarios al mismo tiempo. Es cierto que, cada una de ellas, contó con su propio camposanto. Unos cementerios que se visitan en una ruta teatralizada que se celebra cada año, en la noche de difuntos, con la celebración de ‘La Muerte en las tres culturas’.

La primera parada es precisamente en la Iglesia de la Peña, donde se ubica el antiguo cementerio cristiano. Ahí se representa la tradición del ‘Rompe Rompe’, recuperando los antiguos cánticos de reclamo al Purgatorio.

Continúa por el cementerio musulmán, ubicado bajo la muralla del Barrio Moro y frente a las Huertas Árabes. En este lugar se representa la muerte para el Islam, la forma de proceder de sus enterramientos.

Continúa por la ruta bajo el espolón rocoso de La Muela hasta llegar al cementerio judío, por el camino de El Soto. En el antiguo cementerio hebreo se representa la historia del judío errante, la leyenda de una persona que negó su ayuda a Jesús en su camino al Calvario y se le castigó a vagar eternamente.

San Martín, el cementerio profanado

En las afueras de San Martín de Moncayo, enfilando el camino que sube hasta la cima del monte, hay otro cementerio singular por el hecho de a quién pertenecía, al del Sanatorio de Agramonte.

Los rituales paranormales que se practican en este antiguo hospital de tuberculosos provocaron que fuera profanado y el Ayuntamiento de San Martín decidiera hace unos años el traslado de los últimos restos que ahí se conservaban. Entre sus últimos usos se encuentra el de corral de ovejas, lo que provocó que algunos de los fueron buscando la presencia de los muertos, regresaran cruelmente atracados por una plaga de pulgas.

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