QUINTA ESQUINA / IGNACIO SORIANO
«Destruye más el género humano que este virus»
Es un Petardo Infecto con todas las letras. Hablamos el jueves 12, del bicho inmundo e inombrable y del que él tiene inoculado en vena hace casi un cuarto de siglo, cuando el grupo soriano ofreció su primer concierto. Van por su tercer disco, música que higieniza, de casa, donde hay que quedarse.
Pregunta.– A ver si durante unos minutos olvidamos al bicho con un chute musical.
Respuesta.– En principio es lo que nosotros intentamos hacer. Dar ánimo, felicidad y alegría y que la gente se lo pase bien.
P.– ¿Qué virus nos inocula la música, oiga?
R.– Es un virus permanente y para toda la vida. Te entra hasta dentro y es imposible dejarlo. Es un virus bueno y malo, porque igual las cosas en exceso tampco son buenas.
P.– Me había preparado para el Torreno Metal, pero para esta pandemia no lo estábamos.
R.– No lo sé… Quizá nos gusta demasiado tomar decisiones por nuestra cuenta y si nos dicen que tenemos que quedarnos en casa o hacer unas cosas u otras nos rebelamos un poco. Pero hay que hacer caso.
P.– ¿Patentaron el Torreno Metal?
R.– No, de momento no. Es una idea por lo del torreno, el sorianismo, la música un poco fuerte, más metalera. Música cachonda y siempre con temas cercanos, de Soria, de nosotros...
P.– ¿Qué cultura aportan?
R.– Creo que lo que aportamos es una forma de ver la vida. Nosotros formamos parte de una sociedad y con nuestra música intentamos hacer lo que hace la gente.
P.– ¿Destruye el virus o nosotros mismos?
R.– Destruye más el género humano que este virus. Sin ninguna duda. Al final, los virus y todo lo demás los transmitimos los humanos. Para lo bueno y lo malo. Más destrucción, sí.
P.– ¿Qué ritmo, en chándal o sin él, le pone usted al coronavirus?
R.– Un ritmo rápido, porque esto va muy rápido, muy rápido…
P.– ¿Y a esta situación?
R.– Personalmente, también una música muy rápida, de velocidad. Tanto mis compañeros como yo estamos siempre buscando, haciendo cosas, y no nos quedamos dormidos en los laureles. Siempre estamos dándole vueltas a las cosas. Y viendo cosas nuevas.
P.– En clave de humor, ¿cómo les ha caído la suspensión de su macro-gira?
R.– A mí me fastidia no poder ir a la zona de Estados Unidos… Por el resto, bien. (Risas). Ya llegará el verano.
P.– ¿De qué le gustaría contagiarse a usted?
R.– Ahora mismo de salud. Sí, seguramente de salud. Y en general, no sé… Estamos un poco condicionados con la situación, pero quizá de positivismo, de no vernos siempre como que somos los últimos y que en los demás sitios todo es mejor. Verlo por ese lado. Aquí hay tantas o más posibilidades que en cualquier otro sitio. Lo que hay que hacer es trabajarlo.
P.– «Me cagüen el copón». ¡Qué irreverentes!
R.– Es una forma de hablar burda, un poco... Pero es lo que se habla y es el día a día.
P.– ¿Qué emociones humanas caben en el coronavirus?
R.– El eogísmo, la desesperanza… Buscar lo tuyo y dejar el resto de lado un poco. También la solidaridad y la ayuda. Es abierto, en momentos de crisis tanto cosas buenas como cosas malas.
P.– Padre de familia, pareja política, autónomo, músico… ¿El frente más absorbente?
R.– El más absorbente es sin duda el trabajo, de autónomo en una carpintería. Todo los días del año. Y lo que me quita el sueño en parte es, como licenciado en Bellas Artes, no poder llevar a cabo algo para lo que me he preparado y no puedo hacer: dedicarme al cien por cien a la creación plástica. Por el tiempo y las circunstancias de la vida no lo hago pero es algo que sí me gustaría desarrollar en algún momento. Pero bueno, duermo superbién.
P.– Lo más higienizante de su música.
R.– Para nosotros es tocar, llegar a un estado en que te olvidas de todo y te quedas como nuevo. La música es muy terapéutica, antiestrés, muy beneficiosa para la cabeza.
P.– ¿Qué enseñanza nos deja la música de Petardo Infecto?
R.– Tampoco tenemos muchas pretensiones. Es quitar hierro, quitar importancia a las cosas, que la vida al final son dos días.
P.– ¿Y cuál nos dejará este maldito virus?
R.– Creo que pasará el tiempo y este virus se quedará atrás, como la gripe A, o cualquier pandemia anterior. Igual nos echa para atrás el besarnos, el darnos la mano… En tres, cuatro meses se nos quitará de la cabeza y pasaremos página. Es un sentimiento, que será algo pasajero.
P.– ¿Cuando una letra de loa a los abuelos?
R.– Se podría pensar sí. Lo que pasa es que yo no soy quien hace las letras… Y a mis otros dos compañeros el tema de los abuenos les da un poco igual. (Ríe). Lo propondré en el foro del Petardo.