Heraldo-Diario de Soria

QUINTA ESQUINA / LUIS MANUEL JIMÉNEZ SÁNCHEZ

«Se aplaude al mediocre y se desprecia la excelencia y eso, en estos tiempos, se paga»

Hombre serio y sensato, ha instaurado el lema de ‘no bajar la guardia’ en un pueblo de 104 vecinos a los pies del Moncayo. Dirigir una residencia, dice, se parece a ser alcalde: hay que administrar, tomar decisiones y dejar hacer. Además, él tiene confianza y fe en su gente (y no solo). Visitamos Los Milagros.

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P. P. S.
Soria

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Pregunta.– ¿Qué nos deja de ‘didáctico’ este virus?

Respuesta.– A mí lo que me muestra es la fragilidad humana. Esa seguridad que teníamos, esos planes… y de repente un bichito nos lo destruye todo y muestra nuestra fragilidad, lo poca cosa que somos… Es lo que me está mostrando.

P.– Lo ha tambaleado absolutamente todo.

R.– Material y espiritualmente lo ha tambaleado todo y nos invita a hacernos muchas preguntas.

P.– ¿Qué se ha preguntado usted estos días que no lo hubiera hecho antes?

R.– Así como nuevo, no hay pregunta nueva. Pero ante estos acontecimientos, aunque ya me lo había preguntado… ¿Y esto se queda así, la muerte es el final? ¿O existe la esperanza de que hay algo más? Yo he apostado por la segunda parte. Siempre lo he pensado pero ante un acontecimiento tan duro, la verdad es que se queda uno como acogotado y la pregunta surge con más fuerza.

P.– El aliento de este momento, de este tiempo… ¿a qué le sabe?

R.– A pesar de todas las dificultades yo sigo esperanzado. Me suena a esperanza.

P.– Dígale eso a alguien que ha perdido un familiar.

R.– Es difícil. Cuando uno piensa que la muerte es el final la desolación es terrible. Yo entiendo la dureza, el momento tiene que ser tremendo y ahora más, porque no puedes estar con ellos. Veo la dificultad, lo difícil que es. El que tiene fe lo vive con sufrimiento pero hay una luz al final.

P.– Veo que es creyente. ¿Qué hace usted cuando la incertidumbre es implacable?

R.– Cuando se da, el instinto te lleva a hacer muchas cosas, desde ponerte nervioso a ir al frigorífico. Yo lo que he comprobado es que lo que da resultado es el silencio y la oración. Cuesta, pero creo que es la única forma de salir, aunque son difíciles las dos. 

P.– Qué injusto que este malnacido bicho se cebe con los ancianos.

R.– La palabra malnacido tiene muchas connotaciones. Pero a lo largo de la historia, todos, todos los malnacidos siempre se ceban con los débiles. Es así.

P.– A usted, al personal de residencias, ¿quién les aplaude?

R.– No sé si se nos aplaude, pero hemos recibido muestras de mucha gente que nos anima, gente preocupada, solidaria, mandando materiales. En Ágreda ha sido muchísima. Asociaciones, particulares y mucha gente nos han traídos guantes, han comprado material… Pero lo más importante es que hemos intentado grabar un lema que es ‘no bajar la guardia’. Todo esto lo agradecemos, pero entre nosotros nos animamos a no bajar la guardia.

P.– Mañana puede cambiar todo y esto que digo puede ser relativo, pero me cuentan que en su residencia son como en Fuenteovejuna.

R.– Lo que he visto es una conciencia colectiva grande, y que además el lema de no bajar la guardia, cuidándose uno, cuida a los demás.

P.– ¿Cómo están sujetando el covid en el Moncayo en esta residencia de la Diputación?

R.– Lo cierto es que reaccionamos pronto. Empezamos con la desinfección al entrar, en los pies; con los hidrogeles, que las visitas se redujesen lo antes posible. Intentamos forzar la situación y los familiares respondieron. Y hasta ahora nos ha salido bien.

P.– ¿Qué falta o sobra en esta elocuente respuesta social al covid?

R.– Creo que sobra esa falsa emotividad, está bien que la haya, pero la hay que dispersa, que se queda en la apariencia, en lo exterior. Y creo que falta verdad, decir las cosas con sinceridad y racionalidad, haciendo caso a los técnicos, a quien sabe. Y no faltar a la verdad, porque si no a la gente la confundes, seguir cambiando de criterios para intentar disimular, eso al final confunde y lleva a que la gente. Si los criterios son claros desde el principio, mejor.

P.– Tenemos una erudición apabullante en la crítica. Y está claro que hay cosas que se han hecho tarde y mal… ¿Cómo lo ve usted?  

R.– Yo ya voy siendo mayorcito y he visto mis tiempos de estudiante, cuando empezó la democracia… Llevamos mucho tiempo ya apostando por la mediocridad. No quita que haya gente concienzuda, pero la mediocridad se ha generalizado. Se aplaude más al mediocre y se ha despreciado la excelencia por la formación, por el trabajo. Y eso en los momentos difíciles se paga. No es lo mismo estar en manos de una persona capaz que en las de un cantamañanas.

P.– ¿Qué es lo más duro que le ha preguntado un anciano?

R.– Esta generación, ante esta situación no hace preguntas duras. Preguntan por los suyos, por su familia. 

P.– Cuénteme la última vez que usted no se sintió libre.

R.– Puede que pienses no sé… éste de qué va... fue hace días atrás, unos días en que tuve un miedo desmesurado a la muerte. Me vi realmente esclavizado, hasta que me surgió la esperanza de que hay otra cosa. Estuve unos días en que casi no dormía. Te puedo decir que fue el momento existencial en que menos libre me he sentido.

P.– ¿Le faltan manos o confianza?

R.– Hago lo que puedo con mis manos e intento confiar en los demás porque tengo gente alrededor que sabe de muchas cosas más que yo. Intento promocionar la confianza, hacer equipo y buscar soluciones. Y subir el ánimo. Las mujeres en ese sentido sois bastante más consistentes que la mentalidad masculina. Sois muy consistentes, muy consistentes. Una fortaleza interior creo que más que la masculina.

P.– ¿Qué itinerario nos marca el covid, que no sea el diseñado por los pasillos?

R.– Creo que lo primero es reflexionar sobre nuestros excesos y errores, y luego ya replantearnos y hacer las cosas para el bien común. Para salir de esto. Aprender de las situaciones de prepotencia, de individualismos egoístas, intentar bajar a otra dimensión y buscar el bien común. Hay que fomentar que todo el mundo busque eso. Pero creo que vienen tiempos muy difíciles.

P.– ¿A qué se parece dirigir una residencia de ancianos?

R.– Pienso que es un poco como ser el alcalde de un pueblo. Aquí en Soria que los pueblos suelen ser pequeños, un pueblo de 104 habitantes, además de personal, ya está bien. Tomar decisiones, estar pendiente y dejar hacer a los demás, a los vecinos.

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