Heraldo-Diario de Soria

ENTREVISTA / RICARDO JIMÉNEZ GALLARDO

«La gran herida del virus está en las emociones y sentimientos más que en los pulmones»

¿Cómo de hondo nos está afectando el covid?, ¿se puede ser feliz hoy?, ¿cómo dejar que el virus nos importe, sin calarnos? Ricardo confiesa que tiene las mismas herramientas que usted y yo para plantarle cara. El jefe de Psiquiatría del Complejo Hospitalario (ya con la demanda de atenciones disparada) responde: «Hay que poner en marcha el aparato emocional».

Ricardo Martínez Gallardo, jefe de Psiquiatría del Complejo Hospitalario de Soria.-HDS

Ricardo Martínez Gallardo, jefe de Psiquiatría del Complejo Hospitalario de Soria.-HDS

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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Pregunta.– Dígame, ¿cómo ‘desinfectar’ la mente, si es que se puede?

Respuesta.– La verdad es que el único remedio es volver a una cierta normalidad. No voy a hablar de la nueva normalidad, sino de una cierta normalidad que nos permita recuperar situaciones, capacidades y sobre todo poniendo otra vez en marcha todo el aparato emocional. Date cuenta de que lo estamos restringiendo al mínimo y es primordial volver a ponerlo en marcha.

P.– ¿Cómo de hondo va afectar el covid a este aparato emocional?, ¿cómo serán las secuelas?

R.– Muchísimo. El ser humano afortunadamente tiene una capacidad de adaptación grandísima, pero necesita también canales de evacuación de situaciones emocionales y, lógicamente, ahí está la gran herida, en lo profundo, en los sentimientos, en las emociones y en los pensamientos. Ahí es donde el virus ha atacado más que en los pulmones. La verdad es que se ha producido un distanciamiento, una cierta anestesia afectiva… y eso van a ser secuelas importantes en lo que nos espera en los próximos meses. Son secuelas que van a durar muchísimo tiempo. 

P.– ¿Qué no hay que perder de vista, al margen del virus, en estos momentos?

R.– Lo que no hay que perder de vista es el individuo. Más que nunca, todos nos hemos confrontado con nosotros mismos. A veces vivimos de forma frívola y superficial, muy de cara a la galería sin hacer la introspección necesaria para mirarnos dentro. Estos dos meses creo que muchísima gente se ha vuelto a mirar así misma, al interior. Y probablemente sea la parte más positiva de este tema. Eso es lo que no hay que olvidar en el futuro. Nos tenemos que seguir mirando a nosotros mismos, al interior, analizando nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestros comportamientos. Eso es importantísimo. Hay que recuperar una serie de valores, de emociones que, debido al tipo de vida tan exógena, tan de cara a la galería, nos habíamos olvidado. 

P.– ¿Qué herramientas tiene usted que no tenga yo para enfrentarme al covid?

R.– Ninguna. Tenemos las mismas. La profesión no marca al individuo. Mientras estoy en horario laboral, soy un profesional en el que los sentimientos del paciente, y las situaciones pasan por delante de mis sentimientos y mis situaciones. Pero cuando salgo de la consulta me tengo que enfrentar a mis miedos, a mis frustraciones, a toda una serie de sentimientos encontrados, o no, depende, como cualquier otro ciudadano. Otra cosa es que durante el momento profesional consiga, y ese es el secreto de un buen terapeuta, dominar sus propios sentimientos y centrarse en los del paciente.  

P.– Oiga, doctor ¿se puede ser feliz hoy?

R.– Se debe, se debe ser feliz hoy. Siempre pongo el mismo ejemplo. No he visto colectivo más feliz que las monjas de clausura cuando he tenido que ir a atenderlas, y están en confinamiento permanente. Se debe ser feliz. Pero lógicamente hay que buscar mecanismos para poder conseguirlo.

P.– Deme una herramienta corta para estas tres palabras: dolor, indignación, miedo. 

R.– Mira, para el dolor hay poquitas soluciones, salvo los antiálgicos, pero para el dolor moral lo que hace falta es esperanza. Para la indignación lo que hace falta es comprender al otro. Podemos estar muy indignados con gobiernos, con gobernantes, pero hay que comprender y ponerse en el lugar del otro. Para el miedo, es muy libre y a veces necesario, porque de alguna manera genera prudencia, responsabilidad y ahora un poquito de miedo no nos viene mal en el confinamiento.

P.– ¿Qué cercena más que la incertidumbre?

R.–

Pocas cosas. El ser humano necesita certidumbres, saber a qué atenerse. Cuando una población tiene miedo se vuelve más obediente, pero necesita que le guíen bien y es la gran duda que hay: una buena dirección.

P.– ¿Cómo será la factura por la falta de duelo?

R.– Muy grande. Uno de los grandes problemas que nosotros tenemos previsto en el futuro va a ser el duelo diferido, es decir, todos esos duelos que han quedado interrumpidos y que se van a reactivar poco a poco según las personas. Es un tema que habrá que ver mecanismos para poder solucionarlo. El duelo será uno de los aspectos más delicados cuando esto empiece a aclarar.

P.– Vengo ahora de un curso de inteligencia emocional... ¿me servirá?

R.– Totalmente, totalmente. Antes se valoraba mucho la inteligencia técnica y ahora se está valorando cada vez más la inteligencia emocional. Una persona que sepa dominar sus emociones, sepa interpretarlas, saber lo que siente, que sepa empatizar con el entorno, que sepa transmitir esas emociones de una manera regulada… Eso es un tesoro. Ahora mismo una inteligencia emocional es probablemente bastante superior a la inteligencia técnica. 

P.– Atrévase, ¿qué hace más ‘pupa’ a veces el confinamiento o los políticos?

R.– Es un poco bochornoso ver ahora mismo cómo los políticos se están comportando. Resulta bochornoso ver cómo ni en esta situación puede haber un frente unido en el que el objetivo sea salvaguardar la salud y la economía del país, donde todavía vemos espectáculos lamentables. Ellos apelan a la responsabilidad, pero creo que los ciudadanos también deberíamos apelar a la suya para ponerse de acuerdo sí o sí. 

P.– ¿Quién está mejor preparado para enfrentarse a situaciones así, un soriano de 80 años o uno de 20?

R.– Siempre el soriano de 80, no tengas ninguna duda. La gente tiene una capacidad adaptativa, una experiencia de vida y tiene ya superadas muchísimas situaciones. La gente mayor, los que directamente me tocan, tiene una capacidad admirable de adaptación. Siempre la experiencia, siempre la edad, siempre la ponderación… Sin duda. No digo que los chicos de 20 no lo están haciendo bien. 

P.– ¿Qué llega al área sanitaria que dirige? 

R.– El primer mes hubo un parón importante en la demanda. La gente tenía una prioridad que era no infectarse, luchar contra el virus. La demanda cayó de una manera radical. Sólo atendíamos casos graves, urgencias… Pero a partir de finales de abril la demanda se ha disparado. La gente se está desbordando, el confinamiento está haciendo mella en la gente. Estamos con una demanda creciente día a día, donde lo que predomina es el miedo, la incertidumbre, las situaciones de ansiedad, insomnio y depresión. 

P.– ¿Cómo dejar que no nos ‘cale’ el virus, que nos importe pero sin enfermar?

R.– Esa pregunta es la clave de todo. Tenemos que seguir preocupados, alertas, en lucha contra el virus, pero no debemos dejar que nos merme nuestras capacidades, nuestra ilusión, nuestras ganas de vivir y de sentir. Es la clave esta pregunta. Tenemos que conseguir ir hacia una normalidad sin perder un ojo a las conductas que nos hagan prevenir la infección. Pero hay que recuperar la capacidad de sentir, de vivir, de normalidad. Es que si no vamos a tener el mismo peligro de infección y las secuelas psicológicas. Ese equilibrio es fundamental.

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