ENTREVISTA / RAQUEL SORIA
«Se nos abre una oportunidad para poner en valor el medio rural frente a la gran ciudad»
Sabe de gente recia que durmió al raso, y de pueblos ya cerrados. Pese a ello está convencida de que Tierras Altas es el paisaje de un abanico, y las varillas, otras tantas fortalezas. Agente de empleo y desarrollo local en la Mancomunidad, esta catalana de nacimiento, que lleva la provincia en los genes y hasta en el apellido, cree que la pandemia deja un buen momento para recapacitar en clave rural.
Pregunta.– Junio es un mes importante en Tierras Altas. ¿Qué celebramos?
Respuesta.– Pues celebramos la salud, la vida. Ya quisiéramos volver al Paso del Fuego y nuestras ovejas, porque significaría que no hemos pasado por nada de lo que nos ha tocado vivir. En Tierras Altas ha tenido muy poquita repercusión el coronavirus y dando gracias de que haya sido así. Celebramos eso, la vida y el tener salud para seguir peleando y batallando en Tierras Altas.
P.– ¿Qué es más difícil combatir, la pandemia o el olvido?
R.– El olvido sin duda. No soy médico para prever hasta cuándo va a durar esta pandemia, pero más tarde o más temprano se irá. El olvido no.
P.– ¿Qué desarrollo local nos espera a sus ojos de experta en la materia?
R.– Un poco lo que queramos todos. Soy una convencida de que Soria tiene un montón de posibilidades y tenemos que creérnoslas y pelear por ellas para transformar. Somos unos privilegiados en el mundo rural que tenemos en toda la provincia y ofrece muchas posibilidades si somos capaces de trabajar en ello. De eso va a depender. Es verdad que hacen falta industrias y otras cosas que bienvenidas serían, pero tenemos otros recursos que explotar en la provincia. Y hay ejemplos de que cuando se ha transformado materia prima y se ha apostado por productos que da la tierra se ha triunfado. Pienso en el torrezno, en las manzanas, el ejemplo de las patatas Añavieja.
P.– ¿Y en Tierras Altas?
R.– Es lo mismo. Soy positiva con todo. Ante cualquier cosa mala que nos ocurra todo tiene una enseñanza y un aprendizaje. Y tierras altas no es menos. Estamos en un momento que también el covid ha supuesto una oportunidad. Creo que se nos abre una oportunidad en cuanto a poner en valor el medio rural, con las ventajas de vivir en el mundo rural, la tranquilidad, la paz, el sosiego, la salud… frente a la masificación de grandes ciudades. En ellas la gente no vive, funciona.
P.– ¿Quién va a volver los ojos al campo?
R.– Exactamente. Es que el covid ha hecho eso. Tengo la esperanza de que no sea algo temporal, que cuando volvamos a nuestra normalidad la propia gente del campo seguirá creyendo más en la fortuna que es vivir en el mundo rural. Y la gente de la ciudad, la envidia de poder vivir así. Mucha gente ansía vivir en el campo.
P.– Pero lo que vemos no es eso… sino pueblos vacíos.
R.– También es cierto que algo falla. ¿Por qué la gente aspira a grandes ciudades y cuanto más masificadas mejor? Hace falta más vida en los pueblos. Pero creo que es el momento de recapacitar. Y ahora, como se ha visto con el teletrabajo, la gente podría hacerlo.
P.– A ver si ahora se nos llena el pueblo.
R.– Es una oportunidad, pero llenarse no creo… Ojalá tuviéramos que hacer planes de crecimiento para dar cabida a la gente. En esta situación ha venido gente a los pueblos que en esta época del año no hubiera venido.
P.– Raquel, que usted sí escucha al pequeño alcalde, ¿qué le han transmitido estos días?
R.– Sobre todo la preocupación por sus vecinos, saber que se encontraban bien y las necesidades que tenían. Y también temas nuestros, de infraestructura, de organización, de ver cómo nos íbamos coordinando. Ver esos servicios que hemos prestado desde la mancomunidad. Nos hemos tenido que reconvertir durante la pandemia. Su voluntariedad de colaborar y hacer seguimiento directo de todo.
P.– No hemos hablado de las bolsas de pan, ni de comida, ni de las llamadas de escucha…
R.– Es otra de las ventajas del mundo rural, que nos ha permitido esa cercanía y tener la certeza de que a nadie le iba a faltar de nada. Hemos hecho un trabajo de coordinación creo que muy bueno. Siempre trabajamos bastante coordinados, pero en esta pandemia todavía más, con los servicios sociales, la parroquia, ayuntamientos, el propio personal de la mancomunidad que ha estado haciendo tareas que nada tienen que ver con su cometido habitual.
P.– Una de esas tareas ha sido la escucha… llamadas a los vecinos. ¿Qué se escuchaba?
R.– Se han hecho llamadas diarias a gente mayor, sí. Sobre todo se escucha agradecimiento y, fíjate, aun siendo gente mayor, el ánimo de ayudar, de ver de qué manera ellos podían arrimar el hombro. Con eso me quedo. El miedo a lo que pudiera ser, pero a la vez, como es gente tan luchadora, que ha pasado tantas historias en su vida, sentir que ésta es otra más. Saben relativizar las cosas, es un aprendizaje el de esta gente.
P.– Ya me ha dejado claro antes que sólo era agente de empleo y desarrollo, pero ¿cree que la pandemia cambiará el funcionamiento de la Mancomunidad?
R.– No lo sé, pero sí creo que la pandemia ha servido para acercar más la mancomunidad a la gente y tenga otra percepción. Vea realmente el papel que juega y pueda jugar. Lo hace día a día pero igual queda más lejano. Sí, creo que la ha acercado más aún a los vecinos y se ha puesto en valor.
P.– ¿Qué podemos usar del medio rural que ahora no tenemos en cuenta?
R.– Creo que del medio rural usamos todo, a veces sin ser conscientes. Los que tenemos la suerte de estar día a día en los pueblos no creo que nos dejemos algo sin utilizar. Otra cosa es que seamos plenamente conscientes de ese uso que estamos haciendo de tantas cosas y seamos capaces de trasladarlo al resto.
P.– ¿Cuál es la marca diferencial de Tierras Altas?
R.– El espacio.
P.– Dígame que habrá trashumancia este año.
R.– Habrá trashumancia, aunque no habrá fiesta de la trashumancia. Las ovejas tienen que volver a pastar. Nosotros no hacemos una recreación, la hacemos porque seguimos teniendo pastores trashumantes en la comarca y tienen que traer las ovejas a pastar a Tierras Altas.