Heraldo-Diario de Soria

ENTREVISTA / FRANCISCO JIMENO

«Las cosas del saber se nos quedan en la frente y tendrían que bajar al corazón»

Padre Paco, en un despacho de los franciscanos.-LAT

Padre Paco, en un despacho de los franciscanos.-LAT

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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Pregunta.– Paz y bien, padre Paco. ¿Nos lo creemos?

Respuesta.– Pues hombre…, cuenta… lo que deseamos es lo que decimos y el hecho de que lo digamos me compromete, al menos a mí. Que no me contente con decirlo, que procure efectivamente hacerlo. Que paz y bien no se quede solo en la boca, sino que lo transmitamos y lo realicemos con los demás.

P.– Oiga, que nos cierran el convento.

R.-Sí, así lo han dispuesto los superiores y así va a ser realidad a partir del 4 de octubre. Estamos pasando una crisis tremenda de vocaciones todas las órdenes religiosas y congregaciones. Y no íbamos a ser menos los franciscanos. No tenemos más que ver qué comunidad formamos hoy en día. Cuatro mayores, 90 años, 85 servidor, 80 y 71 años. Y si miramos atrás no tenemos a nadie, no hay seminaristas ni aspirantes y la media de edad de la provincia franciscana, de casi 78 años.

P.– Con todo, son ustedes toda una institución en Soria.

R.– Justo. Lo reconozco. Como soriano que soy desde los seis años estoy viniendo a esta escuela, como decíamos entonces, al colegio de San José. Ya lo creo… ahora llevo ya 36 años seguidos viviendo en Soria. He tenido destinos en Burgos, en Valladolid e incluso estuve un año de capellán de los enfermos de lepra en Trillo. Pero como soriano me cuesta una barbaridad. Somos una institución que ha supuesto mucho en Soria, pero ahora ya con este personal, sin quitar nada a nadie y con lo mayores que somos, poca influencia y poco podemos realizar.

P.– Un buen destino para el convento.

R.– Eso sí que ya no depende de mí. No sé si sabes que esto es una fundación de la familia García Verde, como la residencia de El Royo o Derroñadas. Una vez que murió un fundador, la fundación depende del Obispado, que es quien tendrá que decidir lo que hará con todo este edificio, con la iglesia y con todas las demás dependencias. No lo sé. Lo que sí te digo es que el señor obispo sentía muchísimo que nos fuéramos de aquí.

P.– Soriano de pura cepa, de la calle Real. ¿Cómo ve a su ciudad?

R.– Como franciscano, veo que ha bajado bastante desgraciadamente. Solo tengo que mirar nuestra iglesia. Todo gente mayor… En cuanto a ciudad, ha cambiado muchísimo… Muy a mejor pero todavía falta, sobre todo medios de vida para que la gente no se tenga que marchar.   

P.– ¿Qué labor misionera haría con la provincia y no me refiero a la fe ni el apostolado?

R.-En el plan material, industrial, lo que quisiera es que hubiera medios, empresas, para que la gente pudiera vivir con un sueldo digno y formando familias. No que fuera una ciudad enorme, pero por lo menos que nuestra gente pudiera permanecer aquí y no tuviera que pasar por el trance tremendo de la emigración

P.– ¿De qué pecan los sorianos?

R.– No sé… Demasiado resignados, parece que nos hemos a costumbrado, a tirar y ya.  La gente se resignaba a vivir en los pueblos y cuando había que repartir, te puedes imaginar en qué quedaba eso.  Después, con la maquinaria, la mano de obra sobraba… Yo hice la carrera en el País Vasco y los vascos fueron emprendedores. La herencia pasaba al hijo mayor y todos los demás, a buscárselas por ahí. Así que, claro, se lanzaron a todo. Cosa que nos ha faltado aquí. Aún ahora se tiene eso de ir pasando, ir tirando…

P.– ¿De qué le han convencido los años?

R.– De que nuestra vida es frágil y de que no tenemos más fortaleza que la que el Señor nos concede. Los achaques no faltan. Yo digo ‘bien, sí, sin entrar en detalles…’. Todos esos detalles me dicen de la vulnerabilidad, de que la vida es pasajera.

P.– ¿Cómo será Soria después del Covid?

R.– No lo sé, no tengo el don de la profecía. Sí tendríamos que sacar conclusiones, pero en cuanto se normalice esto temo que nos olvidemos y también las conclusiones que hayamos podido sacar. Porque efectivamente se está notando ese valor de la solidaridad, que sería fenomenal mantener siempre. 

P.– Sobran muchas palabras.

R.-– Saber sabemos bastantes cosas. Pero las cosas del saber se nos quedan en la frente, yo suelo añadir que a nosotros los curas nos bajan a la boca, para decírselo a los demás. El problema es que todo esto no baja al corazón. Todas estas cosas de la frente tendrían que bajar al corazón para que cambiara nuestra vida. Porque lo que cambia a las personas es el corazón. 

P.– ¿Qué razones piensa que hay para ese cambio?

R.– Que las personas aprendemos de las circunstancias que nos tocan vivir. Que nos demos cuenta de nuestra vulnerabilidad y de que tenemos que hacernos la vida lo más agradable que podamos. 

P.– Lo último que ha aprendido el fraile y el hombre.

R.– A aceptar las cosas sin quejarme, aunque no las entienda. Hay muchas cosas que no entiendo pero las acepto. No entiendo esto de la pandemia, ni que se nos cierre el convento, pero lo acepto, hija. No se pueden comparar, pero no las entiendo, y procuro aceptarlo. De la otra manera uno tiene el peligro de desanimarse, deprimirse, entristecerse.

P.– A ras de suelo. ¿Qué cambian más las cosas, un voto, la oración o la constancia de la persona?

R.– Quiero pensar que en definitiva es la oración. Quiero pensar…

P.– ¿Qué le diría un franciscano de hoy a un político de hoy?

R.– Aquello con lo que hemos empezado, con todo lo que supone. Paz y bien. (¿Sólo le diría eso?). ¿Te parece poco las consecuencias que salen de aquí? Que trabaje por el bien y la paz, que sea portador y constructor de una ciudad en bien y en paz… con todo lo que eso supone. Ahí tienes una madeja, tira de la hebra.

P.– ¿Reza por los gobernantes  o no les hace falta?

R.– Sí y sí les hace falta, como a todos. Sobre todo por los nuestros, los cercanos, de nuestra tierra.

P.– ¿El pecado político más habitual?

R.– No sé… creer que tiene todo el poder. No contar con la colaboración de los demás, sentirse dueño y señor, que no comparta. Servir, no servirse, ser menor…

P.– Una última reflexión para su gente de Soria.

R.– Que se trabaje unidos, que la gente se respete y dentro de la diversidad, que enriquece, aceptarla. No hemos sido creados en serie, sino en serio y cada uno tiene sus cadaunadas. Darnos cuenta de que se ha de vivir unidos que es como se consigue las cosas en todos los órdenes.

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