Heraldo-Diario de Soria

ENTREVISTA / VÍCTOR URIEL EDESO

«Me siento soriano desde siempre, en la cabeza, en el corazón y en el estómago»

El sentimiento patrio fue primero una historia oral (calendario del 64 incluido colgado en una habitación cerrada); después, una infancia con veranos de mares amarillos de cereal; y luego más tarde, un comulgar decidido en eso que llaman casas o centros de Soria. Habla Víctor de que no discierne del lugar en que nació y reside, Zaragoza, del que es, dice, su pueblo, Zárabes, de donde es alcalde desde la cercanía (del alma y hasta del estómago, que para eso existe el torrezno).

Víctor Uriel, del Centro Soriano de Zaragoza.-HDS

Víctor Uriel, del Centro Soriano de Zaragoza.-HDS

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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Pregunta.– Dígame, ¿qué logro se le supone al Centro Soriano de Zaragoza?

Respuesta.–Haber sobrevivido 66 años siendo una asociación cultural que en teoría era solo para emigrantes sorianos de aquella época. Tenemos ese honor de poder seguir abiertos. Ahora ya se ha convertido en un referente cultural para Soria, para Zaragoza para poder mostrar lo mejor de Soria y como centro de diversión para quien quiera, no solamente sorianos.

P.– ¿Y qué personalidad distingue a éste, del que es secretario, diferente a la de otros centros regionales?

R.– Creo que la particularidad que tenemos es que somos un centro que su provincia está pegada a la que hemos salid. Otras casas regionales están a muchos más kilómetros de distancia, pero somos uniprovincial y estamos pegaditos a Soria. Tenemos la suerte de poder ir en poco tiempo. Creo que es lo que más nos distingue del resto de casas.

P.– Lo digo porque estuvo en la Casa de Castilla y León y lo sabrá bien.

R.– Sí, empecé allí porque mi madre era de Burgos. La Casa de Castilla y León empezó como Casa de Burgos y luego ya se unieron el resto de provincias y se llamó Casa de Castilla y León. Mi padre era de Soria y se apuntaron allí. Por eso yo empecé allí. Después ya conoció el centro soriano a través de Mario.

P.– ¿Por qué sí o no un torrezno reconforta más que un adoquín de la Pilarica?

R.– Creo que no cabe ninguna duda que un torrezno le gusta a todo el mundo, se come rápido y gustoso, tiene carne, tiene cuerpo. Un adoquín de la Pilarica está bien para las personas que les guste el dulce, pero se hace un poco pesado.

P.– Han reabierto el restaurante y casi hacen una fiesta. ¿Por qué?

R.– En los tiempos que corren, poder reabrir, con todo lo que ha pasado, ya es una fiesta en sí mismo. Nos hemos quedado justo donde la pandemia nos dejó, en la torreznada, en esta época del año que nos gusta tanto, ya que empieza la primavera y se ve todo de otro color. Qué mejor que empezar con una fiesta.

Este fin de semana se nos ha juntado la torreznada clásica con la semifinal del campeonato de torrezno, que otras veces era en febrero. Para nosotros doble alegría.

P.– ¿Sentirse soriano empieza por la cabeza, el corazón o el estómago?

R.– Sentirse soriano yo lo siento desde siempre, en la cabeza, en el corazón, en la mente, en el estómago... Toda la familia era soriana y desde muy pequeño he ido allí a veranear; es mi otra tierra. Yo no sé dividir Zaragoza sin Soria y Soria sin Zaragoza.

P.– ¿Qué saborea degustando productos sorianos?

R.– Me evoca los campos de girasoles, de trigo, que es donde yo más estoy; me trae a la mente Valonsadero, todo lo que veo allí. Todo me gusta.

P.– Directamente en fábrica o en tienda, ¿cómo se hacen con ellos?

R.– A través de un distribuidor que nos los trae. De eso se ocupa el restaurador.

P.– Hay digestiones que a uno se le atraviesan. ¿Cuál es la suya?

R.– La mala política, la mala gestión de llevar las cosas, que no se traten  las cosas como se debe. (Sea más explícito). La política en general, algunos políticos que no están a la altura en ocasiones. Si ellos son los que tienen que dar ejemplo, mal vamos el resto.

P.– A mí la palabra diáspora me suena mal, poco grata, casi fea. ¿Cómo la percibe usted?

R.– Diáspora, tienes razón, suena fea, pero por desgracia hubo que hacerla en los años 60-70, igual que mi familia muchos tuvieron que irse, porque no había posibilidad en el campo de seguir trabajando. Se cerraban escuelas y cerrar escuelas significaba que un hijo ya no podía tener un futuro. Antes no había los medios de comunicación para ir a otro pueblo cercano. Tenías que ir en burro o bicicleta y la gente lo primero que hacía era buscarse algún familiar que tuviera en una ciudad grande. Para buscar un futuro a los hijos y a ellos mismos.

P.– ¿Qué saben de ello sus hijas?

R.– Poco a poco les voy enseñando. Las llevo desde pequeñas al pueblo todos los veranos, aunque sean pocos niños, realmente son ellas dos y algún otro pequeño, pero les da igual.

P.– ¿Uno es de donde nace o de donde pace?

R.– No tiene por qué ser contradictorio una cosa y otra. En mi caso se está cerquita y tienes la suerte de poder disfrutar de donde paces. Yo he nacido aquí, en Zaragoza.

P.– ¿Soria es recuerdo, distancia o lugar de vacaciones?

R.– No... Soria es un segundo pueblo para mí. Es todo lo que has dicho y más. Tengo mucha gente conocida allí y no distingo. No discierno Zaragoza de Soria y Soria de Zaragoza.

P.– ¿Cómo se es alcalde en la distancia del último pueblo del diccionario, Zárabes?

R.– Sí, señora... (Ríe). Con las nuevas tecnologías, la verdad que mucho mejor. Ahora con el ordenador en el móvil y con la aplicación de Gestiona, si hay que firmar cualquier cosa lo haces sin ningún problema. Y como suelo ir allí, no hay ningún problema hacer cosas desde la distancia. Tampoco hay una cantidad de trasiego en mi pueblo que lo haga imposible.

P.– ¿Su pueblo?

R.– ¡Claro! Es mi pueblo. Para mí es mi pueblo, mi oasis, mi retiro, no tengo otra palabra.

P.– ¿Cómo decide un maño como usted ser alcalde de una, permítame decirlo así, aldea soriana?

R.– Al final el resto de mis vecinos así me lo pidieron. Tú eres joven, sabes de nuevas tecnologías, sabes, haznos ese favor.  Y no sé decir que no, vi que lo decían de verdad y a mí no me importaba. Es una experiencia más, la vida es aprender y eso siempre me ha gustado. Todos los días aprendo cosas nuevas y me divierto, la verdad.

P.– ¿Qué pasa cuando la existencia deja de existir? Pienso en Zárabes. ¿Cómo la reconstruiremos?

R.– Yo también lo pienso muchas veces. ¿Qué será no solo de Zárabes, sino de muchos otros pueblos de la provincia? Lo pienso. Es difícil, se intenta que haya gente, que vuelva, pero es difícil. Se ha perdido mucha gente. Si mis hijas querrán seguir después de mí... No me quiero contestar para no hacerme mal, pero no lo veo. No lo sé. Falta mucho tiempo, pero es un futuro duro. También decían que las casas regionales desaparecerían y ahí seguimos. Mientras haya gente, habrá pueblos.

P.– Es cierto. Hubo un momento, hace años, en que las casas se preguntaron por su futuro.

R.– Llevo 25 años y siempre se ha dicho que cuánto durarán. Y ahí seguimos, ése es el milagro de que sigamos abiertos. ¿Cuánto durarán? Cinco, diez años, no lo sé, lo que la gente quiera. Al final, todo dura lo que la gente quiera.

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