Heraldo-Diario de Soria

ENTREVISTA / VALENTYNA HARAN BONDARENQO

«La alegría de la gente aquí en Soria es como era en Ucrania antes de la guerra»

Valentyna tiene un pozo de preguntas en unos ojos que mantienen el brillo; unos padres y más familia en Jerson (Ucrania), con quienes habla (y a veces llora) todos los días; y una rabia inconfesada llamémosla Putin. Tiene también Valentyna un marido y dos hijas con quienes vive en Valdemaluque desde hace casi 20 años. Y desde esta semana, la responsabilidad de hacer de traductora con los 30 refugiados que han llegado a El Burgo huyendo de la guerra. 

Valentyna Haran. A.RODRÍGUEZ

Valentyna Haran. A.RODRÍGUEZ

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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Pregunta.– Es de Ucrania, pero residente desde hace tiempo en Soria. ¿Qué hace en Valdemaluque hace casi 20 años?

Respuesta.– Vivo aquí, tengo aquí mi familia, mi marido, dos hijas, mis animalitos y una granja de conejos. Mi marido es agricultor, ganadero y yo ganadera. Pensaba ir a trabajar a Italia, donde viven dos amigas de mi madre, pero acabé aquí.

P.– Gran diferencia de aquel viaje del realizado por la treintena de refugiados de su país, que están en El Burgo desde esta semana.

R.– Muchísima. Yo no he venido con el corazón pensando en que estoy dejando mi casa, mi marido, mis padres, y no sé si voy a volver a verlos. Entonces no había guerra. Ahora la gente deja todo y no sabe si va a volver a ver a sus familiares. Yo no. Estaba asustada, era mi primer viaje al extranjero, pero segura de que en algún tiempo podía volver y traer mi chica (su hija) conmigo. Y que iba a volver a ver a mis padres. No tenía el miedo de irme para siempre de mi país.

P.– Lleva 48 horas (la entrevista fue el jueves) con sus compatriotas como traductora, ¿qué es lo que más le llama la atención de lo que cuentan?

R.– Ese miedo que tienen. Es que vivíamos bien. Ningún ucraniano entiende de qué ha venido a salvar Putin con los rusos a Ucrania. Nosotros vivíamos bien. La gente tiene casas& Ayer (por el miércoles 25) una chica me ha contado que acababan de comprar un piso, lo habían arreglado como les gustaba y viene el ruso a salvarle de su vivienda, de su vida normal; otra chica trabajaba de encargada de una tienda y también vivía bien. Han tenido que dejar todo, sus familias. Todas las familias separadas porque a los hombres no les dejan salir hasta los 65 años.

P.– ¿Qué hace usted con todos estos dramas personales?

R.– El corazón se me queda roto. No sé qué contar. Sé tantas historias. Yo quisiera que mis padres también vinieran aquí, pero tienen problemas: un hermano de mi padre es inválido y no le pueden dejar solo, aunque no vivan juntos. Toda mi familia y mis amigos están en Jerson. Las noticias cada día van a peor. Jerson está en el sur de Ucrania y por allí pasa la carretera que va a Crimea, es la única carretera que va allí. Y a través de este puente a Crimea cruzan muchos rusos para forzar más a Jerson porque quieren que sea Rusia. Putin ya firmó un documento para facilitar nacionalidad y pasaportes rusos a Jerson.

P.–

¿Cuándo fue la última vez que estuvo en Ucrania?

R.–

El año pasado, el 5 de julio me fui a Ucrania. Nadie sabíamos entonces que algo así podía suceder. Ayer estábamos hablando con las chicas ucranianas. Y les decía fíjate que el 23 de febrero estaba felicitando a mi padre porque era un día militar, y como mi padre estuvo en la mili en la Unión Soviética, pues normal que se le felicite. Hay mucha gente así. Y de repente el 24, a las 4 o las 5 de la mañana, me llaman, me escribe un montón de gente& Las chicas me dicen que tampoco entendían y también habían estado celebrando el día del soldado militar, de todos los hombres. Y de repente empiezan a bombardear.

P.– ¿La guerra surge un día o se masca en el tiempo?

R.– Nadie podía imaginar nada. El gobierno dice que los espías de otros países sí sabían que Putin estaba preparando una guerra. Pero eso es un circuito del Gobierno. La población no sabía nada de nada. Había una sorpresa fuerte. 

P.– ¿Qué no van a poder llevarse los soldados rusos de su país y va a salir indemne?

R.– Los ucranianos quieren mucho a su país y no ceden. Si es mío es mío. Tienen el corazón muy grande (la emoción le impide continuar).. Mucha gente tiene que abandonar sus casas, algunos lo hacen solo con una mochila, pero llevan a sus perritos, sus animalitos, para dejarles cuando puedan, por ejemplo, en sitios donde les cuidan, en refugios de animales, en Polonia... Otros, si no pueden llevarles, los dejan y llaman a los voluntarios, dejan la puerta abierta de las casas para que puedan entrar. Los rusos están violando a niños, hay muchos casos, antes los extranjeros no sabían, pero ya están viendo con sus ojos lo que hacen.

P.– ¿Por qué se lucha, Valentina?

R.– Por nuestra libertad. Queremos ser libres, no vivir debajo de Rusia ni con Rusia. No son nuestros hermanos ni primos. Son enemigos. (¿Y por qué se invade?). Yo no entiendo por qué. Rusia es tan grande, que tiene sus posibilidades de ser un país rico, pero allí hay muchísimos pobres que no viven tal como vive una persona normal. Los que viven bien solo están en las ciudades grandes, Moscú, San Petersburgo y alguna más. Pero en las afueras no tienen ni asfalto, ni casas en buena situación. Hay casitas de madera, chimeneas todavía en un país que tiene petróleo, gas natural, de todo& Un montón de pueblos todavía con carbón y leña. No sé. Es un terrorista, un invasor, quiere coger más territorios. Está pensando en Ucrania y los siguientes va a ser Letonia, Lituania, Estonia; luego Kazajistán, Armenia, Azerbaiyán... Creo que piensa en volver a la Unión Soviética, para ser el rey de 15 repúblicas.

P.– Un refugiado quiere huir, ponerse a salvo, pero un día querrá regresar.

R.– Mucha gente sí. Pero los mayores no quieren ni salir de Ucrania. Los jóvenes, si estuvieran solos, por sí mismos no saldrían del país, o volverían, pero con niños es otra cosa. Por la vida de los niños están buscando ya el sitio mejor. Yo no pienso que todos los refugiados quieran volver a Ucrania. Si hoy acabara la guerra, no van a pensar en volver ya a Ucrania, porque las calles, todo, están en ruinas. Van a buscar vida por los niños en otros países.

P.– ¿Qué ha visto en los ojos de los refugiados?

R.– Hay dos hermanas, con cuatro niños. Una de ellas, un bebé de tres meses, que ha nacido un poco antes o ya en la guerra. El miedo de esta gente que tenía que parir en refugios de los hospitales. No sé, los ojos que tienen. No son de asustados, son de qué va a ser mañana, como voy a vivir& Son de preguntar.

P.– Si tuviera que traducir el silencio, ese preguntar, el miedo...

R.– Lo haría con mucho dolor y no creyendo que esto pueda estar pasando en este mundo que vivimos, con lo que tenemos, que pase en el siglo XXI. En Ucrania se tenía de todo y ahora viene uno y destroza todo el país. No se puede creer ni entender cómo puede estar pasando esta guerra ahora. Yo he leído cosas de la II Guerra Mundial, pero es que hoy pasa lo mismo e incluso peor. 

P.– Un rasgo de Soria que le recuerde a su país.

R.– La gente, la alegría de la gente aquí en Soria es como en Ucrania era antes. No ahora. Antes del 24 de febrero, la gente también andaba contenta, con sonrisas, se sentaba en bares, saludaba.

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