Heraldo-Diario de Soria

Entrevista. Óscar Carrascosa Domínguez

“Hay cosas que no comprendes y te rebelas, pero no entiendo mi vida sin creer y sin fe”

Conjuga el verbo creer en primera persona del singular y tiene una ‘hija adoptiva’ que últimamente le ha dado quebraderos de cabeza. El primer delegado de Misiones laico de Osma-Soria podría haber sido benedictino, por aquello del ora et labora y de una coherencia vital tan inaudita como desusada, pero prefirió ser jefe del parque de la Laguna Negra. Hablamos con alguien a quien sería más difícil vivir sin creer que sin agua y escuchamos.

Óscar Carrascosa, delegado de Misiones de Osma-Soria.

Óscar Carrascosa, delegado de Misiones de Osma-Soria.GONZALO MONTESEGURO

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P. Primer laico delegado de Misiones de la Diócesis de Osma-Soria. ¿Qué misión es la suya?

R. Es coordinar y dar apoyo a los misioneros que tenemos en nuestra diócesis de Osma Soria. Apoyo, acompañamiento económico, animar y dar a conocer la gran labor que hacen. Tenemos un proyecto de animar a jóvenes que quieran vivir esa experiencia en verano durante un mes en sus vacaciones. Pero sobre todo difundir la gran labor que hace gente que está dando su vida por llevar el Evangelio a los demás.

P. Un acompañamiento difícil cuando se está a miles de kilómetros de distancia.

R. Sí, pero es importante tener la sensación de que alguien está pendiente de ti, te llama, te escribe, que te cuenta las novedades de Soria. Yo he estado varias veces en misiones, cuando no era delegado, acompañando en su labor a sacerdotes de aquí en su día a día y agradecen también que, de vez en cuando, vayas a visitarles a ellos, a ayudarles.

P. ¿Qué se llevaría a una misión?

R. A una misión me llevaría total apertura de corazón y dejarse sorprender. Muchas veces cometemos el error de decir que esto es un primer mundo y es un tercer mundo. Me acuerdo de una frase que me dijeron en Camerún: 'el europeo pensáis que tenéis el tiempo pero no lo vivís; aquí lo vivimos'. Allí te enseñan a vivir la vida de verdad. Con una sonrisa y con una esperanza de vida de que hoy comen y mañana no saben si van a poder hacerlo. Y lo dan todo. Va un europeo a verles y le dan todo lo que tienen, aunque para ellos signifique no comer. Te enseñan a vivir la vida de verdad y a valorar lo que es importante. Me llevaría una total apertura de corazón.

P. Hace unos días se celebró en Soria el encuentro 'veraniego' de misioneros. ¿Qué es lo más urgente que le pidieron?

R. Es un día de reconocimiento a su labor, y también para que nos cuenten cosas a los demás. Para que la gente no se olvide y siga trabajando y orando por ellos. Pero las necesidades son sobre todo económicas para los proyectos que quieren desarrollar. Cualquier inyección económica es fundamental para los misioneros.

P. De las situaciones que cuentan, ¿qué es lo peor?

R. Lo peor que he escuchado y que he vivido (remarca): cómo niños mueren por no tener un Gelocatil. Ver situaciones que aquí se solucionan con una atención rápida y ver que allí no hay solución, porque no hay acceso a medicinas y a cosas básicas y allí no están.

P. ¿Qué buscó en su reciente viaje a las Jornadas Mundiales de la Juventud, JMJ, de la Iglesia en Portugal?

R. He vivido muchas jornadas mundiales. Iba con la delegación de Juventud y lo que buscaba era ayudar a los jóvenes a que descubrieran que la Iglesia merece la pena, que no es la imagen que se tiene de algo aburrido y celebraciones, sino que es verdad, es día a día, que hay mucha gente joven que cree y que merece la pena.

P. ¿Y qué no encontró?

R. No he salido con nada negativo. No. Quitando que ya tengo unos años y me cuesta dormir en el suelo, tener ciertos ritmos. He visto un ambiente impresionante, millón y medio de jóvenes, ningún problema. He visto mucha felicidad, mucha alegría y mucho deseo de compartir.

P. Imagino que es consciente de que no es lo usual encontrar a alguien hablar así y menos de su edad.

R. No es usual. Antes era más habitual, ahora menos. Veníamos de una cultura que igual lo heredábamos de casa, todo el mundo se bautizaba, hacía la comunión. Ahora es un ambiente más laico, pero también, como digo yo, mucho más de verdad. No haces las cosas porque sea una tradición, sino porque las vives de verdad. (¿Así lo vive?). Yo lo vivo de verdad. A mí en mi casa me dejaron libre. Libre de decidir si iba o no a la iglesia. Empecé en un grupo juvenil y te lo pasas bien. Y poco a poco vas viendo que ahí está el verdadero sentido de la vida, lo que merece la pena.

P. ¿Qué dijo el Papa del mundo... o de Soria?

R. Fue tremendamente cercano, se veía cómo se saltaba el guion. Habló totalmente espontáneo. Me gustó mucho una frase 'no tengáis miedo'. Yo soy de la generación de Juan Pablo II. Y sobre todo dijo 'no miréis a nadie de arriba a abajo y si lo miras así que sea para ayudar a levantarlo'. La Iglesia tiene que ser apertura y destinada a ayudar a los demás. Hay muchas situaciones de sufrimiento entre los jóvenes, mucha soledad, cada vez es un mundo más individual, más digital. Los jóvenes se relacionan más fácilmente a través de una pantalla que en el cara a cara y se esconden muchas tristezas y soledades interiores.

P. Digo yo que la Iglesia también tiene camino que andar en esto de la apertura.

R. Por supuesto. Ahora mismo se está dentro del Sínodo, pero sí. Aunque es lo que digo, no solo es cosa de los curas, sino de todos los que formamos Iglesia, de cada uno de nosotros. El cambio es cosa de cada uno. No hay que esperar a que venga el obispo o el párroco a cambiar las cosas, es cosa de cada uno que está ahí comprometido.

P. Quizá tenga hilo directo. ¿Por qué Soria parece a veces tan dejada de la mano de Dios?

R. (Ríe). Soria tiene el condicionante de ser una provincia con poca población, envejecida. (No me diga lo que ya sé). Eso condiciona. Cuando trabajas con jóvenes sabes que muchos a los 18 años se van. Y somos muy pocos los que tenemos la suerte de salir fuera a estudiar y volver a tu tierra a trabajar. No es dejada de la mano de Dios; hay un eslabón poblacional ahí en medio que no existe. Es una realidad que marca.

P. ¿Y quién tiene la culpa?

R. Yo no la considero a la provincia dejada de la mano de Dios, son las circunstancias que tenemos y ya está. Al final, cada uno busca su futuro y su salida profesional.

P. ¿Cómo sería su vida sin fe?

R. No tendría ningún sentido. Sí es verdad que de joven vives como un paralelismo: tu vida de Iglesia y por otro lado tu vida. Y al final las dos vidas confluyen. Yo no me planteo mi vida sin creer, porque el sentido de tu vida está ahí. No me planteo mi vida sin fe. Hay cosas que no comprendes, que no entiendes, contra las que te rebelas o que harías de otra forma y te cuesta entender. Pero en el fondo el sentido de la vida está ahí.

P. ¿Y sin el agua de la Laguna Negra cómo sería su vida?

R. La Laguna Negra es, como suelo decir, mi hija adoptiva. Doce o 13 años allí desde que se creó el parque natural. La verdad es que es una responsabilidad tremenda porque es el recurso turístico de la provincia, con un uso social tremendo y, muchas veces, es difícil compatibilizar el uso turístico con la conservación. Hay que intentar hacer entender que es un ecosistema muy sensible y que hay que tener cuidado con lo que se hace porque puede dejar de existir. Hay que tener cuidado porque, aunque es una belleza, si hay un mal uso puede dejar de existir.

P. Una penita el aspecto del agua, déjeme que le diga al director del Parque Natural de la Laguna Negra y los ciclos glaciares de Urbión.

R. Hay cosas en las que podemos actuar y cosas en las que no. El cambio climático es una realidad. El incremento de las temperaturas es real, no sabemos si será un ciclo de cinco o 10 años y luego se retirará y volveremos a temperaturas normales, pero es verdad que no recuerdo nevadas importantes en la Laguna Negra desde hace siete u ocho años.

P. No me creo que ese verde sea por la temperatura del agua y el cambio climático.

R. Es uno de los factores más importantes, pero no es el único. También hay otros factores en los que estamos intentando actuar: cantidad de materia orgánica, cantidad de peces que hay en la Laguna..., pero el incremento de la temperatura del agua es una realidad. Que la Laguna estaba helada tres o cuatro meses y ahora solo 15 días es real. Y eso implica que el periodo vegetativo del alga pasa de seis a 11 meses.

P. ¿Qué le sería más difícil vivir sin creer o sin agua?

R. Me sería más difícil vivir sin creer. (He dicho agua). Sin creer. Para mí lo importante de mi vida es mi fe. Yo sin fe no entiendo mi vida. (¿Dónde la encuentra?). Sobre todo en la oración personal, en comunidad parroquial, en distintos aspectos de la vida, en la diócesis, pero el sustento está en la oración personal. Si la vida solo es hacer, hacer, hacer, al final se desmorona.

P. ¿Cómo conjuga el verbo creer?

R. En primer persona singular. Creo. Y ésa es mi base. Yo creo. No me gusta mirar hacia fuera, ni decir es una Iglesia tal o cual. Yo creo y yo tengo que responder.

Igual cuando eras más joven, con 15 o 16 años, muchas veces sí te costaba significarte, pero ahora no. No me oculto para nada. No tengo por qué. Es algo que afecta a todos los aspectos de mi vida, tanto a mi trabajo como a mis amistades.

P. Trabaja rodeado de técnicos y políticos, ¿quiénes están más cerca del cielo?

R. Diría que los que aguantamos a los políticos. Es verdad que en mi caso no tengo ninguna pega. El Servicio de Medio Ambiente es un trabajo técnico y puedo decir que en mi trabajo no se inmiscuye ningún político, ni tengo ninguna directriz. El criterio técnico es el que hay y cuando lo das se respeta.

P. Ahora cuénteme por qué es concejal de un pueblo (San Pedro Manrique).

R. Por mi vocación de servicio. Ahora por cuidado de mis padres paso más tiempo en el pueblo. Creo que hay que recuperar el sentido de pertenencia, el sentido de ser de pueblo y no perder las tradiciones, las costumbres. Y luchar por que esos pueblos sigan vivos.

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