Heraldo-Diario de Soria

EDITORIAL

 

El modelo de éxito de Rueda y la desmedida invasión energética

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Rueda es una de las grandes denominaciones de vino de Castilla y León. Pero es también parte de la esencia de la identidad de esta tierra, esa que se sustenta en las singularidades, variedades y diversidades de numerosos ámbitos que ofrece Castilla y León. Rueda lleva tiempo haciendo las cosas bien. Y eso, junto a la paciencia y la prudencia, da sus frutos. Baten records de ventas año tras año, situándose como una de las denominaciones con mejores resultados. Es el fruto de viticultores y bodegueros. Es el fruto de una forma de hacer vino y un tipo de vino que ha conseguido atraer a las grandes firmas bodegueras de otros territorios, sabedoras de que en su escaparate tienen que tener los vinos de Rueda. En los últimos años numerosas han sido las bodegas procedentes de otras comunidades que han enraizado en la Denominación de Origen Rueda. Y, ahora, en el año de la absurda guerra arancelaria con la que amenaza Trump, Rueda ha batido récord de exportaciones. Nuestros vinos no conocen fronteras.

El vigor de esta denominación, como el de otras muchas de Castilla y León, deja claro que el modelo del campo y la agroindustria, un sector tradicional, sigue y seguirá siendo motor de futuro, empleo y riqueza para Castilla y León. Y lo que es más importante, un sustento irremplazable para atajar la lacra de la despoblación y el avance de la España vacía.

Esto nos lleva a pensar que nuestro futuro está más acompasado con la agricultura, la agroindustria y la enología, con todas sus vertientes, que en el ámbito energético. Somos líderes en la producción de vinos de calidad y en la de energías renovables. Pero los primeros estaban ya aquí hace mucho y seguirán, tal y como demuestran las centenarias bodegas y sus sucesivas generaciones. Lo otro es fruto del contexto y la coyuntura, que acarrea empleo durante las instalaciones. Luego sólo se lleva beneficios. En Castilla y León deben convivir ambos sectores. Por eso hace falta un marco regulatorio que ponga freno al desenfreno que hay de proyectos solares y eólicos. Porque el vino no invade al sector energético. Pero el sector energético si está convirtiendo en mero instrumento especulador el suelo agrícola. Hay un completo desenfreno. Especialmente de macroparques de decenas y decenas de hectáreas, o el diluvio que de repente ha amanecido de peticiones para plantas de biogás. Ya entregamos nuestra cuota medioambiental, humana y estructura a la minería para recibir el desdén cuando llegó su final. La política no debe caer ni en la misma trampa ni en la misma desidia que con la minería. Somos más vino que molinos. Somos más Rueda que placas solares.

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