Heraldo-Diario de Soria

EL BURGO DE OSMA

Golpe mortal por culpa de una ventosidad

Una joven muere de una herida con arma blanca en las fiestas de El Burgo después de recriminar a otro por echarse unos gases

El Burgo de Osma en una imagen antigua.-HDS

El Burgo de Osma en una imagen antigua.-HDS

Publicado por
P. PÉREZ SOLER
Soria

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El Burgo de Osma estaba en fiestas. Eran las de la Virgen del Espino y San Roque. Hacía calor y, como sigue sucediendo más de un siglo después de aquellos hechos, la villa bullía en jolgorio, buen humor y alegría, convertida durante esos días de mediados de agosto en capital de la comarca por sus fiestas patronales. 

Hasta aquí todos de acuerdo porque no resulta difícil imaginar a la población décadas atrás con la misma veneración a sus patronos y con idéntica afición a los festejos taurinos. Lo que ya suscitaría más controversia -entonces y también en nuestros días- es el motivo que lleva a que, en cuestión de minutos, una situación relajada de un grupo de amigos en la vía pública se convierte rápidamente en un escenario mortal. 

Existen pocos sinónimos para el término en cuestión que la delicadeza y la buena urbanidad denominan ventosidad y la lengua de la calle o el román paladino que acuñara Gonzalo de Berceo sencillamente vienen a llamar pedo. A medio camino están los gases y la flatulencia. 

Pudiera haberse elegido cualquiera, porque no iba en ello el asunto, sino en el hecho mismo de ‘soltarla’. Es lo que hizo Domingo Romero Miguel aparcando «las más mínimas normas de educación y la cortesía». Y ése fue el motivo de que se desencadenara una pelea que acabó en desgracia: un joven muerto. 

Estamos hablando de 1909 después de una tarde de toros, y una novillada que ya había acabado cuando el suceso comenzó a expandirse como la pólvora por el pueblo aquel 18 de agosto. En el coso se había lidiado un novillo del país y varias vaquillas anduvieron por la plaza para el gusto del personal. 

Los animales, sus acometidas y tropiezos así como el talante de los novilleros estaban en boca de todos concluido el festejo, también de cuantos bebían y comentaban en los alrededores de la taberna de Antonio García, El Caliqués. De pie, sentados, en la acera o en medio de la calle... todos tenían su hueco y pasaban las fiestas como mejor sabían. 

Entre ellos los tres protagonistas de esta historia: el ya citado Domingo, de 27 años y de profesión albardero; así como los hermanos Lino y Feliciano Concejo Tallar. Ambos recriminaron su actitud a Domingo, el cual había bebido más de la cuenta y su respuesta no se hizo esperar. De la advertencia de que haría lo que le viniera en gana, se pasó a palabras mayores y a una soberana disputa en la que todos recibieron algo: Domingo, un gran estacazo en la frente que le dio Lino y que casi le hizo caer desvanecido, así como un golpe inciso en la mano derecha; Lino, una lesión en la mano derecha; mientras que su hermano Feliciano se llevó la peor parte: una herida incisa en la zona de las costillas que le llegó al pulmón. «Mortal de necesidad», según los médicos que le atendieron, tal y como recoge el escritor José Vicente Frías Balsa en su libro ‘Crímenes y asesinatos en Soria’. 

El herido fue trasladado al hospital de la villa después de ser atendido por Florentino Gil Pintado y Andrés Escudero Molinero. Mientras, las lesiones de Domingo y de Lino resultaron sin demasiada consideración. Poco podía hacerse por Feliciano salvo procurarle consuelo, en este caso espiritual, de lo que se encargó un sacerdote, a la sazón hermano del agresor. Dos horas después de la agresión el joven burgense murió. 

La vista se desarrolló el 13 de abril de 1910 y tuvo que repetirse a petición del fiscal, Felipe Gallo Díez, que pidió un nuevo jurado después de un primer veredicto de inculpabilidad. Diez días después fue la segunda. 

Si algo quedó claro tras las declaraciones de todos los testigos llamados a declarar fue que aquella tarde se bebió en exceso. Y una segunda cosa: que Domingo fue agredido por los hermanos Concejo Tallar pero el procesado no tuvo intención de matar a Feliciano ni fue él quien provocó la discusión. 

A ojos del fiscal, los hechos fueron un homicidio. El letrado Mariano Granados Campos, a cargo de la defensa de Domingo, presentó su alegato y conclusiones de forma alternativa: con la eximente de legítima defensa o las atenuantes de defensa incompleta, embriaguez no habitual y falta de intención. El veredicto que en este caso presentó el jurado fue de culpabilidad, traducido en una pena de 8 años y 1.500 pesetas de indemnización. 

Domingo Romero Miguel interpuso un recurso de casación contra la sentencia, por infracción de la Ley en la vista de su causa, y el Tribunal Supremo, después de considerar que había lugar, dictó sentencia absolutoria, para el procesado. Y además ordenó su publicación nada menos que en La Gaceta de Madrid.

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